lunes, 26 de diciembre de 2011
Un mendigo sin abrigo
Aquella noche iba a hacer mucho frío, la figura se mantenía acurrucada contra una esquina, temblando violentamente y con la cabeza hundida en las rodillas. Era una noche sin luna, de ese tipo de noches en las que las calles están gobernadas por sombras, hielo y muerte.
La figura se acurrucó aún más, la raída chaqueta y los pantalones llenos de desgarrones no servían en absoluto para luchar contra el invierno. Debajo del pantalón se apreciaba una sucia venda, que debería haber sido cambiada hace meses. Era un soldado, uno de los miles que habían vuelto a una patria victoriosa que una vez acabada la guerra se centro más en saquear que en ocuparse de los huérfanos y heridos que vagaban sin rumbo en busca de alguien que se compadeciese, alguien que les diera al menos un trozo de pan o las sobras de la comida. Pero el problema se estaba solucionando solo, el invierno no tenía piedad y cada semana se encontraban cientos de cadáveres, acurrucados unos contra otros o solos en mitad de un callejón, todos habían muerto de la misma forma, con el hielo acuchillando su piel y el cuerpo rígido y frío como un tempano.
La figura se levantó y comenzó a caminar, la experiencia le había demostrado que si se quedaba quieto solo le quedaba esperar el frío abrazo de la muerte. Caminaba sin rumbo, dando tumbos y manteniéndose a pie a duras penas. Había gastado sus últimas monedas en un vino turbio que solo sirvió para calentarle el alma y alejar los fantasmas del pasado.
Camino sin rumbo durante varias horas hasta que se despejó un poco la mente, pero el cansancio y la falta de comida comenzaron a hacer mella y se vio obligado a sentarse. En la plaza aún se apreciaban los estragos de la guerra, era una población fronteriza y los combates habían sido continuos. Se veían impacto de bala en las paredes y tablas, los bancos presentaban un aspecto lamentable, con una capa de hollín proveniente de las fábricas de las afueras. Se sentó en un banco acompañado del crujir de tablas, su mente comenzaba a volver a la normalidad y mientras contemplaba ensimismado la casa de enfrente se dio cuenta de que no todos habían sufrido en la guerra. Para algunos había sido un negocio, un negocio muy lucrativo que les había convertido en hombres ricos.
Ese era el caso del dueño de la casa de enfrente, el dueño de la fábrica de armas. Desde su ruinoso banco el mendigo oía las risas que se escapaban por las rendijas de la puerta, podía ver el humo que vomitaba la chimenea y desde la ventana veía como danzaban tambaleantes y de forma grotesca dos figuras que por su aspecto ni si quiera sabrían lo que es estar un día sin comer.
La furia comenzó a llenar su cuerpo, como un torrente de agua lo inundo todo. Por fin entró en calor y con las manos temblando, aunque ahora fuera de odio y no de frío, palpo sus bolsillos. Allí estaba su pistola del ejercito, el único recuerdo que le había dejado la guerra, su única posesión y la solución velada a sus problemas.
Se levanto y a la carrera se lanzo contra la puerta de la casa, reventandola y sacándola de sus goznes.
Como si de una película se tratara el silencio inundo la sala, cinco figuras se dieron la vuelta asustadas y se quedaron contemplando la figura que vestida con harapos y una pistola en la mano les apuntaba y les sonreía de forma maniática.
La música volvió a sonar, con una melodía alegre y cálida, llenando la estancia de notas y creando un ambiente surrealista. EL mendigo apunto lentamente, uno , dos , tres , un grito de horror interrumpió la cadencia de disparos, pero fue rápidamente silenciado, cuatro , cinco. La música seguía sonando mientras los ecos de los disparos se perdían en la distancia. Se sentó en una butaca situada a la cabeza de la mesa, y mientras cogía una botella de la mesa disparo al tocadiscos. Se hizo el silencio, solo interrumpido por el sonido del alcohol al pasar de la botella al estómago Así pasaron veinte minutos hasta que el sonido de botas y hombres amartillando sus armas lleno la noche. Lentamente el mendigo recogió su arma, la miró de forma despectiva y se la metió en la boca. Seis, el último tiro adquirió un extraño eco y como si de un grito se tratase se alejo helando los corazones de todos los habitantes, sin hacer excepciones.
domingo, 18 de diciembre de 2011
Habitación 014
El despertador sonó, rompiendo el silencio de la mañana con su agudo grito. Me desperté, seguía cansado, una noche como todas, llena de pesadillas, gritos, sudor frío y pánico. Despacio me incorpore sobre la cama, los huesos me dolían, mi cuerpo no parecía estar dispuesto a levantarse. Parecía que era totalmente ajeno a los deseos de mi mente, totalmente ajeno a las sombras que vagaban en mi cerebro. Esperando a que bajara la guardia.
Me dirigí al baño, la sangre no me extraño, no era la primera vez que me levantaba sonámbulo e intentaba acabar con el sufrimiento de una vez por todas. Lo que si estimulaba mi curiosidad era el método. Mi pequeño refugio era totalmente seguro, no había cristales, no había nada afilado, la mayoría de las cosas eran de plástico, las sábanas ni si quiera servían para ahorcarse, lo puedo asegurar, aún recuerdo la dolorosa caída que sufrí cuando se rompieron la última vez. Me lavé como puede, sin mucho entusiasmo y las limitaciones de un cuerpo que se negaba a responder.
Tenía hambre, me acerque a la mesa, y como todas las mañanas encontré una pequeña bandeja, con un tenedor de plástico y un desayuno ya cortado y listo para comer. Ahorrando de esa forma la necesidad de un cuchillo. Comí sin inmutarme, acostumbrado como estaba a esta rutina.
La mañana paso sin pena ni gloria, me senté frente a la ventana e intente mantener alejados los demonios de los recuerdos, me refugie en mi mundo, mi pequeño mundo donde todo seguía siendo perfecto.
Casi sin darme cuenta paso todo el día, no había comido o por lo menos no lo recordaba, pero en mi mano tenía una bandeja vacía y no tenía hambre, seguramente el hombre de blanco había vuelto. Me encamine a la cama, estaba terriblemente cansado ya no podía posponer durante más tiempo mi encuentro con el pasado, aunque como siempre lo había relegado a la noche, a ese momento horrible que a pesar de todo convertía en un recuerdo o un mero sueño que olvidar, minimizando sus efectos.
Mañana sería otro día, aunque no sería distinto en absoluto.
Me dirigí al baño, la sangre no me extraño, no era la primera vez que me levantaba sonámbulo e intentaba acabar con el sufrimiento de una vez por todas. Lo que si estimulaba mi curiosidad era el método. Mi pequeño refugio era totalmente seguro, no había cristales, no había nada afilado, la mayoría de las cosas eran de plástico, las sábanas ni si quiera servían para ahorcarse, lo puedo asegurar, aún recuerdo la dolorosa caída que sufrí cuando se rompieron la última vez. Me lavé como puede, sin mucho entusiasmo y las limitaciones de un cuerpo que se negaba a responder.
Tenía hambre, me acerque a la mesa, y como todas las mañanas encontré una pequeña bandeja, con un tenedor de plástico y un desayuno ya cortado y listo para comer. Ahorrando de esa forma la necesidad de un cuchillo. Comí sin inmutarme, acostumbrado como estaba a esta rutina.
La mañana paso sin pena ni gloria, me senté frente a la ventana e intente mantener alejados los demonios de los recuerdos, me refugie en mi mundo, mi pequeño mundo donde todo seguía siendo perfecto.
Casi sin darme cuenta paso todo el día, no había comido o por lo menos no lo recordaba, pero en mi mano tenía una bandeja vacía y no tenía hambre, seguramente el hombre de blanco había vuelto. Me encamine a la cama, estaba terriblemente cansado ya no podía posponer durante más tiempo mi encuentro con el pasado, aunque como siempre lo había relegado a la noche, a ese momento horrible que a pesar de todo convertía en un recuerdo o un mero sueño que olvidar, minimizando sus efectos.
Mañana sería otro día, aunque no sería distinto en absoluto.
viernes, 11 de noviembre de 2011
Momentos sin mácula
La pequeña gota comenzó su caída hacia la tierra, instantes después otra la siguió animando al resto a saltar. En un momento el cielo se cubrió de una densa cortina de agua, el repiqueteo de las gotas inundo el aire y momentáneamente los sonidos de la ciudad fueron sustituidos por el rítmico martillear del cielo.
Gabriel se resguardó en un portal, mirando al cielo con una mueca sarcástica, primero se estropeaba el taxi, después su teléfono y ahora se ponía a llover. Definitivamente ese no era su día. Llegaba tarde, no le quedaba otra que echar a correr a pesar de que echaría a perder su traje, no podía esperar a que escampase, ya eran las diez.
Veinte minutos más tarde se encontraba frente al portal, extenuado y chorreando agua, llamó al telefonillo.
-¿Quién es?
-Soy yo.
-¿Quién es yo?
-Gabriel, contestó un poco molesto.
-Sube, que ya es hora le respondió la voz cargada de sarcasmo.
Gabriel entró y se dirigió al ascensor, “no funciona”, ni si quiera le extraño, esbozando una sonrisa irónica subió por las escaleras dejando el rellano inundado de agua. Cuando llego al quinto piso llamó a la puerta y espero apoyándose en la pared, cansado de la subida. El ruido de unos tacones le indicó que Celia se estaba acercando para abrir, se recompuso como pudo e intentó sonreír. Celia abrió, no tenía pinta de que se hubiese tomado muy bien el retraso de más de una hora.
-Lo siento… Gabriel comenzó una disculpa pero se vio interrumpido bruscamente por la risa de Celia.
-¡Vaya pintas!, dijo sin poder contener una carcajada. Entre aliviado y enfadado Gabriel entró en el piso, Celia aún sonreía de oreja a oreja cuando cerro la puerta, fue incapaz de enfadarse lo más mínimo, ella estaba deslumbrante con ese vestido y debía reconocerlo, cuando sonreía era la chica más guapa que jamás había visto. Se acercó a ella con la intención de abrazarla, pero le paró en seco.
-A mi ni te me acerques así, que me estropeas el vestido. Dijo con gesto serio.
Gabriel la ignoró y la agarró por la cintura, besándola tiernamente. Al principio se resistió, pero prácticamente al instante se rindió y le abrazo con fuerza, disfrutando del momento.
-¡Imbécil!, le dijo en cuanto se separaron, golpeándole afectuosamente en el brazo.
Se separaron por completo y ella le llevo a la habitación de la mano. Gabriel se dejo guiar, completamente hechizado. Poco a poco Celia desnudo a Gabriel mientras las caricias y los besos iban cobrando intensidad.
-Creo que al final no iremos al restaurante, le susurró Celia al oído mientras desabrochaba otro botón de la empapada camisa.
Gabriel sonrió y cogiéndola en brazos la llevo hasta la cama, lentamente la quito el vestido, deslizando los dedos por cada curva de su piel, cayendo en la tentación con cada centímetro que recorría.
-Definitivamente, creo que no te gustan mis vestidos, nunca me los dejas puestos. Le dijo Celia con picardía.
Gabriel ensancho aún más su sonrisa, estos eran los momentos que hacían que su vida cobrara sentido. Los que pasaba con ella. El ritmo de sus respiraciones aumentó a la vez que la poca ropa que les quedaba caía al suelo.
Al final se separaron recuperando el aliento poco a poco, ambos lucían una amplía sonrisa y se miraron durante un par de minutos sin poder borrar la felicidad de sus rostros. Celia se apoyó sobre el pecho de Gabriel y cayó dormida. Sin dejar de mirarla Gabriel también se durmió, pensando en ella, pensando en que era lo mejor que tenía.
domingo, 6 de noviembre de 2011
Bestias sin cadenas
Dos fuertes detonaciones iluminaron la noche, segundos después la onda expansiva arrasaba los pocos cristales que permanecían intactos en la ciudad.
El niño sintió la fuerza y se apretó contra el suelo mientras a su lado su madre le miraba con impotencia y los ojos cargados de terror. No por su vida, eso era algo que la traía sin cuidado. En su mirada anidaba el miedo, el terror en estado puro ante la incertidumbre de lo que iba a pasar con su hijo. Se acercó a él y le dio la mano, el niño rebullo asustado pero al instante reconoció el tacto de su madre y la abrazó. Permanecieron así , cayendo progresivamente dormidos. En manos de un sueño repleto de pesadillas y horrores, un sueño en el que se filtraba el tableteo de la armas, el ruido de las explosiones y los gritos agónicos de los moribundos.
La casa tembló de nuevo, el suelo se lleno de polvo y pequeños trozos de techo desprendidos. Eso no era bueno, la batalla se estaba librando a menos de un kilómetro y por la fuerza de las explosiones estaba claro que se acercaba. La madre miró preocupada hacia la puerta sin saber que hacer, recorriendo con un rápido vistazo el sótano constato que no había nada con que bloquearla, todo dependía de la suerte. Casi involuntariamente, como suelen hacer los hombres desesperados, comenzó a rezar, pidiendo compasión por su hijo, rogaba a un dios cruel que permitiera la salvación del niño en medio de ese mundo condenado y olvidado, que no conocía la justicia y en el que si de verdad existía algo superior se limitaba a mirar, permitiendo que el caos y el sufrimiento contamine cualquier núcleo de bondad.
La puerta tembló ante un repentino golpe, sus plegarias no habían obtenido respuesta, lo que es más probable, no habían sido escuchadas. De un fuerte golpe la cerradura se resquebrajo y la puerta se abrió estrellándose contra la pared. Un soldado cubierto de polvo y con una mueca maniática en la cara entro a la vez que gritaba algo a sus compañeros en un idioma que la mujer no entendió. Instantes después entró en el sótano acompañado por otro compañero, desesperada la mujer les gritó que se largaran , mientras se abrazaba a su hijo con todas sus fuerzas. Los hombres se miraron entre sí y comenzaron a reír, uno tomó a la mujer del pelo y la levantó mientras su compañero agarraba al niño y lo estrellaba contra la pared. La madre gritó hasta que sintió que se le desgarraba la garganta, sollozó y suplicó que le dejasen vivir, que haría lo que fuera. Pero los soldados imperturbables hicieron caso omiso a sus súplicas, lentamente desenfundaron sus armas y con una maquiavélica compenetración descargaron dos tiros sobre la cabeza del niño, que cayó fulminado contra el suelo goteando sangre y con los ojos muy abiertos en una última expresión atormentada.
Instantes después agarraron a la mujer agarraron a la mujer y la forzaron por turnos
hasta quedar saciados, no opuso ninguna resistencia, solamente un signo mostraba que
solamente un signo mostraba que continuaba con vida, las lágrimas le goteaban
constantemente del rostro al suelo, cayendo y desapareciendo junto a su últimos retazos
de cordura.
Una vez hubieron terminado se marcharon riendo sádicamente y dejando a la mujer
semidesnuda abrazando el cadáver de lo que para ella había sido lo más importante. En
un último grito desesperado la mujer cayó de rodillas mientras la explosión derribaba
la casa y sepultaba a ambos en un último acto de crueldad.
lunes, 3 de octubre de 2011
Mi tambaleante mundo
Hilarante, si, esa es la palabra perfecta para describir esta sociedad. Esta sociedad de ladrones, asesinos y cobardes que disfrazados de Armani manejan a su antojo el devenir de un planeta que no les pertenece. En la que los valores son el dinero y el poder, una sociedad que ha cometido las mayores aberraciones éticas, ha construido bombas por la paz, ha racionalizado el egoísmo en favor de la igualdad, en definitiva una sociedad que ha asesinado a la ética en favor del progreso. Un progreso que se asemeja a un desprendimiento, cayendo descontroladamente, acumulando fuerza hasta volverse incontrolable y arrasarlo todo.
La humanidad ha fallado, se ha fallado a si misma, ha conseguido vencer a todos los enemigos menos a uno, un enemigo oculto en la sombra, en la sombra que proyecta su enorme ego sobre el mundo, su vanidad le ha cegado, consiguiendo eclipsar a su inteligencia. Ha permitido que los gobernantes sean los malvados, pero ese no es su mayor logro, su mayor logro ha sido convertir a los buenos en malos, conseguir que la masa enajenada por discursos huecos de grandes palabras sin sentido persiga la bondad hasta casi extinguirla, ha conseguido que la bondad sea una práctica ilegal. Estos son los grandes logros de la humanidad, un fluir constante de mezquindad y corrupción
Podríamos calificarlo de locura, pero hay un problema, se nos han adelantado, han calificado de locos a los pocos que se opusieron a su régimen, se han reído de ellos y les han ofrecido “tratamiento”. Sentados en su trono, un trono autoimpuesto, que gobierna parlamentos llenos de cabezas huecas que intentan aparentar su preocupación por un pueblo al que solo alimentan con huesos rancios para que mantenga la boca ocupada y no pueda protestar. Pues yo personalmente me quedo con hambre, me quedo con hambre de derechos frente al dogma del crecimiento constante, me quedo con hambre frente a los muertos en países del tercer mundo, un tercer mundo construido por el capitalismo, llevado a la ruina por la falsa promesa del progreso. Usado para obtener los recursos necesarios para esa incontable variedad de objetos inútiles diseñados para crear necesidades y no solventarlas, pero no conformes con eso han convertido a un tercio de la población en esclavos, una nueva esclavitud que como todo en este mundo ha progresado, transformada y diseñada para que no nos cause vergüenza, camuflándola para justificar nuestra maldad ante nosotros mismos, al fin y al cabo, para que no nos moleste a la vista.
Podría seguir escribiendo durante horas, sobre mi mundo, relatando como las maravillas de las técnicas han asesinado a la ética en una guerra perdida desde el principio, podría seguir hablando de las violaciones a los derechos humanos que se producen constantemente y son ocultadas por gobiernos corruptos, pero terminare hablando de una de mis mayores preocupaciones, la perdida de ideales, unos ideales que solo puedes encontrar en una minoría de la juventud que ha abierto los ojos frente a la injusticia y la barbarie, unos ideales que al parecer se pierden junto a la inocencia al crecer. Por culpa de un sistema que te obliga a trabajar para él o morir. Esa es mi preocupación y solo espero encontrar a alguien que la comparta y me asegure que no estoy solo frente a este cruel mundo.
domingo, 2 de octubre de 2011
Sombras entre oscuridad
-¡No te pares¡, le gritó el joven al pequeño niño que con los ojos muy abiertos y una expresión de horror en la cara se había detenido a mirar la oscuridad que poco a poco se arrastraba por el bosque. No era una oscuridad normal, no cubría los árboles, los devoraba guiada por el rítmico sonido de los corazones humanos, guiada por el miedo que se respiraba en el ambiente, por los gritos desgarradores de los que caían en su presa.
El niño no se movió, no podía, sus piernas se habían convertido en mantequilla, incapaz de sostenerse cayó al suelo temblando, sollozando con la mirada fija en lo que hasta hace nada era su casa. Una pequeña cabaña en mitad del bosque, que se alzaba tétrica, distorsionada, formando una imagen diabólica que junto al resto de pequeñas casas de sus vecinos confería al pueblo el aspecto del mismísimo infierno.
El joven que hace nada le había gritado le agarró de la cintura y sin miramientos se le echó al hombro mientras retomaba la desesperada carrera por salvar sus vidas. El niño fue tomando conciencia con cada sacudida, poco a poco fue dándose cuenta de lo que ocurría, no era un juego como había creído al principio cuando su padre le despertó en mitad de la noche urgiéndole para que se vistiera, era serio, algo pasaba. La imagen de su mejor amigo engullido por la sombra mientras gritaba el nombre de su madre hasta desgarrarse la voz le asalto repentinamente, ¿qué ocurría? Él no podía saberlo, con 10 años, hasta ahora su única preocupación había sido jugar.
Sin previo aviso el mundo decidió dar un vuelco, el niño salió despedido y chocó contra un árbol, su mente se tornó negra y cayó inconsciente al lado del joven que en su afán por salvar sus vidas había muerto, su corazón había dicho basta negándose a continuar, arrebatándole la posibilidad de salvación. Su último pensamiento fue para el niño, le había fallado.
Poco a poco fue abriendo los ojos, se incorporó mientras un dolor lacerante le atravesaba el hombro como si hubiese estado acechando, esperando el momento adecuado, se tambaleó temiendo perder el conocimiento otra vez, pero el miedo se impuso al dolor. Estaba rodeado, todo a su alrededor era negro, pero no era oscuridad normal, era la sombra, ¿por qué seguía vivo?¿por qué la sombra permanecía inmóvil?. Mientras el niño se apoyaba en el tronco de un viejo árbol, realizo una breve inspección que le revelo el motivo de que su pequeño corazón aún resonara latiendo con fuerza en sus sienes. Un pequeño candil iluminaba el rostro del joven que en su último esfuerzo antes de morir había encendido una pequeña llama para mantener la sobra a raya.
Lentamente se acercó al cuerpo arrastrándose y se tumbó arropándose con los brazos del cadáver que inmóvil y rígido miraba al infinito con terror aún plasmado en los ojos, no supo cuanto tiempo permaneció así, adormecido y acunado por la suave pero firme luz del candil. Pero de lo que si fue consciente fue del momentáneo desfallecimiento de la llama, apenas una milésima de segundo, lo suficiente para que la sombra se acercara, se apretó contra el cuerpo inerte del joven con lágrimas en los ojos. No quería, no quería morir así, de repente la sensación de inmortalidad que acompaña a los niños desapareció. Fue consciente de que iba a morir y sonrió, sonrió pensando en su mejor amigo, sonrió pensando en sus abuelos y su madre, pensando en agradecer al joven lo que había hecho por él. Mientras pensaba en la gente con la que se reencontraría y en cómo sería después de morir, en si podría seguir jugando en los columpios o a la pelota con su padre se levantó lentamente y colgó su cinturón de un árbol, con gran esfuerzo y mordiéndose el labio para no gritar por el dolor del hombro acercó una piedra, volvió a sonreír y sin pensar tomó impulso y saltó hacia delante quedando colgado del árbol. Mientras sus pulmones procesaban las últimas gotas de oxígeno que contenían fue capaz de ver como el candil se apagaba a la vez que su vida, perdió la visión, todo se tornó borroso, sentía la cabeza a punto de estallar, pero un ruido consiguió colarse en su cerebro antes de que este fallara, el rugido de impotencia de la sombra al perder a su presa.
Y la luz lo volvió a iluminar todo, a la vez que el niño corría a los brazos de su madre.
El niño no se movió, no podía, sus piernas se habían convertido en mantequilla, incapaz de sostenerse cayó al suelo temblando, sollozando con la mirada fija en lo que hasta hace nada era su casa. Una pequeña cabaña en mitad del bosque, que se alzaba tétrica, distorsionada, formando una imagen diabólica que junto al resto de pequeñas casas de sus vecinos confería al pueblo el aspecto del mismísimo infierno.
El joven que hace nada le había gritado le agarró de la cintura y sin miramientos se le echó al hombro mientras retomaba la desesperada carrera por salvar sus vidas. El niño fue tomando conciencia con cada sacudida, poco a poco fue dándose cuenta de lo que ocurría, no era un juego como había creído al principio cuando su padre le despertó en mitad de la noche urgiéndole para que se vistiera, era serio, algo pasaba. La imagen de su mejor amigo engullido por la sombra mientras gritaba el nombre de su madre hasta desgarrarse la voz le asalto repentinamente, ¿qué ocurría? Él no podía saberlo, con 10 años, hasta ahora su única preocupación había sido jugar.
Sin previo aviso el mundo decidió dar un vuelco, el niño salió despedido y chocó contra un árbol, su mente se tornó negra y cayó inconsciente al lado del joven que en su afán por salvar sus vidas había muerto, su corazón había dicho basta negándose a continuar, arrebatándole la posibilidad de salvación. Su último pensamiento fue para el niño, le había fallado.
Poco a poco fue abriendo los ojos, se incorporó mientras un dolor lacerante le atravesaba el hombro como si hubiese estado acechando, esperando el momento adecuado, se tambaleó temiendo perder el conocimiento otra vez, pero el miedo se impuso al dolor. Estaba rodeado, todo a su alrededor era negro, pero no era oscuridad normal, era la sombra, ¿por qué seguía vivo?¿por qué la sombra permanecía inmóvil?. Mientras el niño se apoyaba en el tronco de un viejo árbol, realizo una breve inspección que le revelo el motivo de que su pequeño corazón aún resonara latiendo con fuerza en sus sienes. Un pequeño candil iluminaba el rostro del joven que en su último esfuerzo antes de morir había encendido una pequeña llama para mantener la sobra a raya.
Lentamente se acercó al cuerpo arrastrándose y se tumbó arropándose con los brazos del cadáver que inmóvil y rígido miraba al infinito con terror aún plasmado en los ojos, no supo cuanto tiempo permaneció así, adormecido y acunado por la suave pero firme luz del candil. Pero de lo que si fue consciente fue del momentáneo desfallecimiento de la llama, apenas una milésima de segundo, lo suficiente para que la sombra se acercara, se apretó contra el cuerpo inerte del joven con lágrimas en los ojos. No quería, no quería morir así, de repente la sensación de inmortalidad que acompaña a los niños desapareció. Fue consciente de que iba a morir y sonrió, sonrió pensando en su mejor amigo, sonrió pensando en sus abuelos y su madre, pensando en agradecer al joven lo que había hecho por él. Mientras pensaba en la gente con la que se reencontraría y en cómo sería después de morir, en si podría seguir jugando en los columpios o a la pelota con su padre se levantó lentamente y colgó su cinturón de un árbol, con gran esfuerzo y mordiéndose el labio para no gritar por el dolor del hombro acercó una piedra, volvió a sonreír y sin pensar tomó impulso y saltó hacia delante quedando colgado del árbol. Mientras sus pulmones procesaban las últimas gotas de oxígeno que contenían fue capaz de ver como el candil se apagaba a la vez que su vida, perdió la visión, todo se tornó borroso, sentía la cabeza a punto de estallar, pero un ruido consiguió colarse en su cerebro antes de que este fallara, el rugido de impotencia de la sombra al perder a su presa.
Y la luz lo volvió a iluminar todo, a la vez que el niño corría a los brazos de su madre.
jueves, 29 de septiembre de 2011
Motivos
Hoy no publicare algo hecho por mi , he decidido que es hora de que el blog cuente con algo que realmente merece la pena leer :)
Motivos: millones o ninguno y quizás innecesarios. Algo imprescindible: ganas. Impulso: todo y nada, yo, tú, él, ella, nosotros, vosotros y ellos, todos, cualquiera, ninguno y nadie.
Trazo, letra, verso, acordes y canción.
Tiempo, mucho tiempo y miedo, demasiado miedo.
Ya era hora de volver a esta extraña costumbre, ya era hora de recuperar la magia y ya era hora de disfrutar con cada palabra. Exclamación, mayúscula, “por fin”, se cierra exclamación (¡POR FIN!). Y las preguntas son: ¿cómo puedes permitir perder parte de tu identidad?, ¿cómo eres capaz de ver como desaparece algo clave en tu vida y permanecer impasible? ¿Cómo? Y no queda ahí, hay mucho más… Antes no eras capaz de vivir sin ello, lo necesitabas, más que eso, era algo imprescindible. No busques los motivos por los que lo perdiste, puede que conocerlos sea parte de la solución, pero no, no pierdas el tiempo, es más, posiblemente ya los sepas, mejor piensa en por qué te resignaste con tanta facilidad a continuar sin ello. Era una bocanada de aire, el rayo de luz que ilumina la habitación cuando todo está oscuro, el agua al pasar a tu interior cuando estás sediento, ese beso que jamás olvidarás, la hierba donde tumbarse a descansar cuando ya no puedes más, el hombro sobre el que llorar, el oído que te escucha cuando nadie lo hace, fantasías, sueños e ilusión, desengaños y mentiras, pensamientos, sentimientos y emociones, silencio y música, también ruido, calma y agitación, llanto y carcajadas, el altavoz por el cual gritar a los cuatro vientos lo que no te atreves ni a susurrar, momentos de soledad, tu vida reflejada a través de la tinta, directo de la mente al papel, tanto recogido en algo tan insignificante, TANTO. Piensa, te había dado todo cuando no tenías nada, te ayudó a unirte a lo más grande que tienes ahora mismo, con tan sólo escribir, tu mundo se ordenaba, era cordura a través de la locura, testigo de momentos camuflados entre historias que necesitaban ser contadas… ¿Te acuerdas? ¿Lo recuerdas?, la sensación de libertad al decir todo lo que pasaba por tu mente, el librarte de encrucijadas de pensamientos, de nudos de conciencia y de batallas entre razón y corazón, realmente no solucionabas nada, pero creabas, y entre crear y creer tan solo hay una letra de diferencia. Te hacía soltar toda esa rabia, ese mal humor y plasmar esa felicidad, exteriorizar tu miedo y provocaba que creyeras en ti, que confiaras en que quizás nada es imposible y que si lo es no hay porque preocuparse, te aportaba esa inyección de adrenalina, te hacía darte cuenta de que los problemas tienen solución y si no es así no merece la pena llevarse malos ratos, que la vida es un ir y venir de continuos cambios y no siempre para bien, pero que hay que cogerlos de frente, sin miedo. Por momentos te dotaba de ese optimismo del cual por naturaleza careces.
Cosa de brujas, terapia para los instantes más complicados, siempre había un rato para dedicarle a la palabra, SIEMPRE, porque era algo tuyo, algo sincero y auténtico, algo poderoso. No te gustaba que nadie lo leyera pero ¿qué me dices de las veces que sentías que alguien tenía que leerlo? ¿No te hacía sentir unido a esa persona con un vínculo más que fuerte? ¿No recuerdas el motivo por el cual unos pocos, por no decir un par de privilegiados o todo lo contrario eran los únicos que conocían todo ese montón de letras sin sentido recogidas en cuatro papeles? ¿Entonces? ¿Por qué?
Jamás te faltó inspiración, lo sabes, nunca te ha abandonado, fuiste tú quien apagaba cada atisbo de creatividad, quien fundía cada destello de improvisación, quien poco a poco dejaba de lado este mundo por desinterés y dejadez, quien tiraba la toalla al ver que le costaba más de lo normal transformar sus pensamientos en gotas de tinta. Carecías y probablemente careces de perseverancia y de paciencia, me gustaría que fueras consciente de las historias que se han perdido, que han quedado resignadas a nada, a ser como una ráfaga de viento que pasa, pero que no queda. No te lamentes, sé que nunca has querido apartarte de todo esto, tómalo como una lección a aplicar en campos mucho más importantes que lo que nos concierne en estas líneas, extrae la moraleja de todo esto e intenta extrapolarlo a la vida real, empieza otra vez como si nada hubiera pasado, borrón y cuenta nueva y a recuperar el tiempo perdido.
Llegados a este punto, no tengo nada más que decir, me alegro de que hayas vuelto, ojalá dure para mucho y no pase como pasó antes de llegar a esto, pero recuerda, la vida son cambios constantes y continuos y contradicciones, contradicciones en cada esquina, intenta no perderlo, siempre ha estado en ti, siente orgullo por ello, puede que muchos no lo entiendan jamás, pero ahí reside su encanto, tú sí.
Ánimo, confianza y suerte.
Fdo: tú yo perdido que se abre camino hacia el lugar del cual nunca debería haber salido.
GRINAIS!
Motivos: millones o ninguno y quizás innecesarios. Algo imprescindible: ganas. Impulso: todo y nada, yo, tú, él, ella, nosotros, vosotros y ellos, todos, cualquiera, ninguno y nadie.
Trazo, letra, verso, acordes y canción.
Tiempo, mucho tiempo y miedo, demasiado miedo.
Ya era hora de volver a esta extraña costumbre, ya era hora de recuperar la magia y ya era hora de disfrutar con cada palabra. Exclamación, mayúscula, “por fin”, se cierra exclamación (¡POR FIN!). Y las preguntas son: ¿cómo puedes permitir perder parte de tu identidad?, ¿cómo eres capaz de ver como desaparece algo clave en tu vida y permanecer impasible? ¿Cómo? Y no queda ahí, hay mucho más… Antes no eras capaz de vivir sin ello, lo necesitabas, más que eso, era algo imprescindible. No busques los motivos por los que lo perdiste, puede que conocerlos sea parte de la solución, pero no, no pierdas el tiempo, es más, posiblemente ya los sepas, mejor piensa en por qué te resignaste con tanta facilidad a continuar sin ello. Era una bocanada de aire, el rayo de luz que ilumina la habitación cuando todo está oscuro, el agua al pasar a tu interior cuando estás sediento, ese beso que jamás olvidarás, la hierba donde tumbarse a descansar cuando ya no puedes más, el hombro sobre el que llorar, el oído que te escucha cuando nadie lo hace, fantasías, sueños e ilusión, desengaños y mentiras, pensamientos, sentimientos y emociones, silencio y música, también ruido, calma y agitación, llanto y carcajadas, el altavoz por el cual gritar a los cuatro vientos lo que no te atreves ni a susurrar, momentos de soledad, tu vida reflejada a través de la tinta, directo de la mente al papel, tanto recogido en algo tan insignificante, TANTO. Piensa, te había dado todo cuando no tenías nada, te ayudó a unirte a lo más grande que tienes ahora mismo, con tan sólo escribir, tu mundo se ordenaba, era cordura a través de la locura, testigo de momentos camuflados entre historias que necesitaban ser contadas… ¿Te acuerdas? ¿Lo recuerdas?, la sensación de libertad al decir todo lo que pasaba por tu mente, el librarte de encrucijadas de pensamientos, de nudos de conciencia y de batallas entre razón y corazón, realmente no solucionabas nada, pero creabas, y entre crear y creer tan solo hay una letra de diferencia. Te hacía soltar toda esa rabia, ese mal humor y plasmar esa felicidad, exteriorizar tu miedo y provocaba que creyeras en ti, que confiaras en que quizás nada es imposible y que si lo es no hay porque preocuparse, te aportaba esa inyección de adrenalina, te hacía darte cuenta de que los problemas tienen solución y si no es así no merece la pena llevarse malos ratos, que la vida es un ir y venir de continuos cambios y no siempre para bien, pero que hay que cogerlos de frente, sin miedo. Por momentos te dotaba de ese optimismo del cual por naturaleza careces.
Cosa de brujas, terapia para los instantes más complicados, siempre había un rato para dedicarle a la palabra, SIEMPRE, porque era algo tuyo, algo sincero y auténtico, algo poderoso. No te gustaba que nadie lo leyera pero ¿qué me dices de las veces que sentías que alguien tenía que leerlo? ¿No te hacía sentir unido a esa persona con un vínculo más que fuerte? ¿No recuerdas el motivo por el cual unos pocos, por no decir un par de privilegiados o todo lo contrario eran los únicos que conocían todo ese montón de letras sin sentido recogidas en cuatro papeles? ¿Entonces? ¿Por qué?
Jamás te faltó inspiración, lo sabes, nunca te ha abandonado, fuiste tú quien apagaba cada atisbo de creatividad, quien fundía cada destello de improvisación, quien poco a poco dejaba de lado este mundo por desinterés y dejadez, quien tiraba la toalla al ver que le costaba más de lo normal transformar sus pensamientos en gotas de tinta. Carecías y probablemente careces de perseverancia y de paciencia, me gustaría que fueras consciente de las historias que se han perdido, que han quedado resignadas a nada, a ser como una ráfaga de viento que pasa, pero que no queda. No te lamentes, sé que nunca has querido apartarte de todo esto, tómalo como una lección a aplicar en campos mucho más importantes que lo que nos concierne en estas líneas, extrae la moraleja de todo esto e intenta extrapolarlo a la vida real, empieza otra vez como si nada hubiera pasado, borrón y cuenta nueva y a recuperar el tiempo perdido.
Llegados a este punto, no tengo nada más que decir, me alegro de que hayas vuelto, ojalá dure para mucho y no pase como pasó antes de llegar a esto, pero recuerda, la vida son cambios constantes y continuos y contradicciones, contradicciones en cada esquina, intenta no perderlo, siempre ha estado en ti, siente orgullo por ello, puede que muchos no lo entiendan jamás, pero ahí reside su encanto, tú sí.
Ánimo, confianza y suerte.
Fdo: tú yo perdido que se abre camino hacia el lugar del cual nunca debería haber salido.
GRINAIS!
sábado, 17 de septiembre de 2011
Colapso
Colapso, cuando todo cambia, tus esquemas rotos en el suelo son pisoteados, tu vida da bandazos de un lado a otro como un mísero borracho. Ya no tienes el control, no hay nadie al volante y eso se traduce en ese caos que te rodea. Lamentablemente esta situación no es nueva para mi , pero quizás no sea mala del todo, en tu vida hay veces que son necesarios los cambios, veces que necesitas expulsar el gas sobrante antes de explotar, antes de volar por los aires arrastrando a las personas que quieres. Si, es necesario, pero hay cambios que no se pueden tolerar, cambios que no estoy dispuesto a permitir y no me importa tragarme el orgullo, siempre he dicho que no me preocupa lo que dicen los demás, ha llegado la hora de ponerlo en práctica.
Haré una confesión, soy un hipócrita, lo sé , toda mi vida hablando de la inutilidad de pensar, siempre con la misma cantinela “actúa , no pienses”. Siempre engañándome a mi mismo, no es porque no lo he intentado, dios, ojala fuera tan sencillo, dejar de pensar por un momento y empezar a tomar el control, comenzar a tomar decisiones, esa pequeña fuerza que te separa de saltar por el abismo, la decisión correcta.
¿Y qué he hecho?, pensar demasiado. Bueno más que pensar equivocarme, estar tan ocupado con mi estúpido mundo que no he visto lo que se avecinaba y otra vez en la misma situación, sentado al borde del precipicio, ese amigo que te conoce, que sabe cuales son tus puntos débiles, que hará lo que sea necesario para llevarte con él y al que no conseguirás detener a menos que comiences a tomar las decisiones correctas de una vez.
Joder, otra vez el mismo problema, estos últimos cuatro meses he cambiado, no sé si para bien , para mal o demasiado. Simplemente he cambiado, a mi me gusta pensar que he madurado, que ya no soy ese estúpido con mente de niño, me gusta pensar que ahora soy un adulto con corazón de niño ya que hay cosas que jamás me gustaría perder. Pero ahora todas mis convicciones se tambalean, acaso un adulto no sería capaz de saber que hacer. Yo sigo perdido, y aún más que antes desde que la luz que iluminaba mi borroso camino ha comenzado a desvanecerse.
Haré una confesión, soy un hipócrita, lo sé , toda mi vida hablando de la inutilidad de pensar, siempre con la misma cantinela “actúa , no pienses”. Siempre engañándome a mi mismo, no es porque no lo he intentado, dios, ojala fuera tan sencillo, dejar de pensar por un momento y empezar a tomar el control, comenzar a tomar decisiones, esa pequeña fuerza que te separa de saltar por el abismo, la decisión correcta.
¿Y qué he hecho?, pensar demasiado. Bueno más que pensar equivocarme, estar tan ocupado con mi estúpido mundo que no he visto lo que se avecinaba y otra vez en la misma situación, sentado al borde del precipicio, ese amigo que te conoce, que sabe cuales son tus puntos débiles, que hará lo que sea necesario para llevarte con él y al que no conseguirás detener a menos que comiences a tomar las decisiones correctas de una vez.
Joder, otra vez el mismo problema, estos últimos cuatro meses he cambiado, no sé si para bien , para mal o demasiado. Simplemente he cambiado, a mi me gusta pensar que he madurado, que ya no soy ese estúpido con mente de niño, me gusta pensar que ahora soy un adulto con corazón de niño ya que hay cosas que jamás me gustaría perder. Pero ahora todas mis convicciones se tambalean, acaso un adulto no sería capaz de saber que hacer. Yo sigo perdido, y aún más que antes desde que la luz que iluminaba mi borroso camino ha comenzado a desvanecerse.
lunes, 12 de septiembre de 2011
Kiko
-¿No odias ese dolor en el estómago?, cualquiera que hubiera oído a Daniel pensaría que estaba loco, sentado junto a un árbol y con la mirada perdida. Pero prestando un poco de atención y olvidándose de algunos estúpidos prejuicios Daniel no estaba loco, solamente estaba hablando con su mejora amigo, Kiko un cachorro de mastín que había encontrado abandonado hacía un par de meses y con el que había congeniado casi al instante.
-Yo lo odio, cuando me duele así la tripa significa que algo va mal, verás tu eres un perro, no sé si te pasa pero es una sensación horrible. Es como tener un monstruo dentro, algo que te golpea fuerte intentando escapar mientras tu haces todo lo posible para impedírselo.
El perro miro momentáneamente a Daniel con cara de extrañeza, como si no entendiera algo, se sentó junto a su amigo y se le quedo mirando fijamente, como si esperara algo.
-¿Por qué no le dejo escapar?, es lógico, si lo piensas un poco te das cuenta de lo que es eso que tienes dentro, eso es ira. Uno de los peores sentimientos, que te obliga a decir y a hacer cosas que realmente no quieres, por su culpa haces daño a los que quieres, por su culpa te haces daño a ti mismo.
Los ojos de Kiko se encontraron co los de Daniel por un instante, no sabría decir por qué, pero Daniel se dio cuenta de que Kiko sabía lo que era la ira, quizás tuviera algo que ver con el hecho de que arrastrara un poco su pata trasera al caminar, le acarició la cabeza tiernamente y continuó.
-Pero eso no es lo peor, para mi lo peor son los nervios, me impiden hacer nada. Soy incapaz de pensar con un mínimo de lógica, todos mis pensamientos van en la misma dirección, ella olvidadote de mí, no sé Kiko, pero si eso pasara ¿Qué iba a hacer yo?
Una lágrima resbalo por la mejilla de Daniel y golpeó a Kiko en el hocico, este se movió asustado y Daniel rió ante su reacción, rió con ganas, rió olvidándose del mundo por un instante. Mientras el perro le miraba con la cabeza ligeramente ladeada y cara de no entender nada.
-Sabes amigo, en ocasiones me doy cuenta de que no te digo más que tonterías, si entendieras todo, hace tiempo que no me harías ni caso.
Daniel sonrió acariciando al perro que movía la cola contento, ladró un par de veces y salto a los brazos de Daniel para ver los dos juntos la puesta de sol, como llevaban haciendo dos meses.
-Yo lo odio, cuando me duele así la tripa significa que algo va mal, verás tu eres un perro, no sé si te pasa pero es una sensación horrible. Es como tener un monstruo dentro, algo que te golpea fuerte intentando escapar mientras tu haces todo lo posible para impedírselo.
El perro miro momentáneamente a Daniel con cara de extrañeza, como si no entendiera algo, se sentó junto a su amigo y se le quedo mirando fijamente, como si esperara algo.
-¿Por qué no le dejo escapar?, es lógico, si lo piensas un poco te das cuenta de lo que es eso que tienes dentro, eso es ira. Uno de los peores sentimientos, que te obliga a decir y a hacer cosas que realmente no quieres, por su culpa haces daño a los que quieres, por su culpa te haces daño a ti mismo.
Los ojos de Kiko se encontraron co los de Daniel por un instante, no sabría decir por qué, pero Daniel se dio cuenta de que Kiko sabía lo que era la ira, quizás tuviera algo que ver con el hecho de que arrastrara un poco su pata trasera al caminar, le acarició la cabeza tiernamente y continuó.
-Pero eso no es lo peor, para mi lo peor son los nervios, me impiden hacer nada. Soy incapaz de pensar con un mínimo de lógica, todos mis pensamientos van en la misma dirección, ella olvidadote de mí, no sé Kiko, pero si eso pasara ¿Qué iba a hacer yo?
Una lágrima resbalo por la mejilla de Daniel y golpeó a Kiko en el hocico, este se movió asustado y Daniel rió ante su reacción, rió con ganas, rió olvidándose del mundo por un instante. Mientras el perro le miraba con la cabeza ligeramente ladeada y cara de no entender nada.
-Sabes amigo, en ocasiones me doy cuenta de que no te digo más que tonterías, si entendieras todo, hace tiempo que no me harías ni caso.
Daniel sonrió acariciando al perro que movía la cola contento, ladró un par de veces y salto a los brazos de Daniel para ver los dos juntos la puesta de sol, como llevaban haciendo dos meses.
miércoles, 24 de agosto de 2011
Nada
Jamás lo intentaste, jamás lo conseguiste. Hoy he decidido acabar contigo, acabar con tu recuerdo, coger el caldero de agua fría y arrojarlo sobre las pocas brasas que quedaban de nuestro amor. Porque he de decir en mi defensa que hay dos tipos de fuego, el que calienta los huesos en los peores días de invierno y el tuyo, ese fuego abrasador que quema el alma, que abrasa el cuerpo y convierte el corazón en cenizas. Intentaste quemarme pero no, yo nunca te quise lo suficiente como para arder contigo, quizás hubo momentos felices, quizás…, pero estamos condenados a recordar los peores. Si lo pienso nuestro final era una hoguera olvidada en mitad de la nada. Que consume todo con un hambre voraz, que lo quema todo buscando su propia autodestrucción y, sin remedio, se apaga tarde o temprano, más temprano que tarde diría yo. Lo intenté , pero , lo sé, no lo conseguí, nunca logre comprenderte, nunca logre abrirme camino entre esos ojos azules, nunca llegue a atisbar la más mínima parte de tu alma, no confíes en nadie, esta bien , me has demostrado que funciona, que no he hecho el menor rasguño en tu armadura y que tu corazón sigue tan frío como siempre. Pero esta solo y si sigues empeñada en tu actitud lo estará siempre, siento decírtelo, pero jamás sabrás lo que es el amor, no llegarás a depender de nadie, no sufrirás, pero no amarás, morirás sola con tu carcasa vacía y unos ojos que perdieron la expresividad tiempo atrás, tu asesinaste a tu corazón, tú y solo tú, me he sentido culpable durante este largo mes, he llegado a echar de menos el dolor de tu compañía, pero he visto la blanca luz al final del túnel, y por fin me he dado cuenta. Tu ya no eres NADA.
martes, 2 de agosto de 2011
Una vez más me encuentro sentado frente a un flexo y una hoja en blanco, intentando poner orden a mi mente, escribiendo unas líneas en las que realmente muestro lo que pienso, parece ridículo y más que un pensamiento parece la idea difusa de un niño que en su extrema inocencia aún cree que cualquier deducción con un leve atisbo de realidad es correcta y esta dispuesto a defenderla frente a un mundo que se empeña en molestar sin preocuparle el daño que cause, pero empiezo a tener una convicción, la convicción de que este mundo esta muerto, de que el alma de la humanidad ha huido asustada por nuestra vileza y crueldad.
Me escandaliza el hecho de una superpotencia omnipresente y omnipotente que por medio del dinero, el método más eficaz de control y persuasión en un mundo como el actual, controla todo a su antojo, controla países y personas. Creando conflictos armados a favor de intereses propios o de aliados que se han apuntado a un barco que parece ser lo único que flota en medio de un mar de podredumbre, miseria y corrupción.
Me entristece ver como el hombre ha perdido el control sobre si mismo, como ha ido cayendo en su propia trampa y mediante la bien engranada maquinaria capitalista se controla a si mismo sin saberlo, como lucha y muere por el dinero en nombre de valores vacíos, en nombre de naciones sin honor. El patriotismo exacerbado como muestra, un nacionalismo que quizás en otra época habría tenido un significado, brindando a un pueblo la oportunidad de una libertad negada por un interés extranjero, pero que ahora en pleno siglo XXI en medio de un mundo globalizado a costa de la mitad pobre del mismo y en el que la diferencia entre dos países es nimia y realmente no representa nada más que la vieja idea de la separación entre dos territorios que se niegan a compartir entre si sus riquezas, por miedo a lo extraño, a lo diferente. Este tipo de patriotismo ya no tiene sentido y ha sido relegado a una posición defensora del egoísmo del país y la cual mantiene el beneficio del mismo sobre todo lo demás.
Pero hay algo que me asusta , más que la incapacidad de actuación de un pueblo al que aún a riesgo de levantar ampollas voy a calificar “hipnotizado”, más que la venta de los valores de una China que de rodillas ante el poder del dólar se ha convertido en el mayor productor de esclavos mundial, me asusta la ausencia de voces que se eleven sobre el rumor cansino de un proletariado adormecido y aburguesado. La ausencia de la figura de un líder místico e idealista como los lideres revolucionarios cubanos o rusos, con la firme determinación de cambiar un sistema que controla al hombre, explotándolo, un líder que levante los ánimos de las masas, que las haga conscientes de su hipocresía. Que haga ver al mundo “civilizado” que hay gente muriendo para concederles eso pequeños caprichos, clave en un sistema movido por una riqueza vacua, que son seres humanos que sienten , que sufren sin tan si quiera algo tan imprescindible como el agua potable .Condenados a trabajar para sobrevivir en tareas extenuantes y encaminadas a fabricar la riqueza del primer mundo, una riqueza que crea necesitad, que esclaviza a su propietario y le transforma en una mera herramienta más del nuevo dios, el capitalismo.
Un dios cruel y despótico que no se preocupa por nada más que su propia existencia y la incansable tarea de acrecentar su poder. Quiero un líder consciente de esto, alguien incorruptible que sea consciente de la necesidad de un cambio brusco en la dirección del barco, concienciado con la tarea de recoger a los marineros que han sido arrojados por la borda para que tiren mediante una soga anudada en sus cuellos, concienciado con la necesidad de dejar de contaminar un mar con los desechos del progreso y que amenaza con hundir al vanidoso barco.
Yo solo puedo decir a favor de esta causa que sea quien sea puede contar con mi voz para hacer frente al coro de mentiras y falsas lisonjas con las que los medios de comunicación, boca del capitalismo, nos llenan la cabeza todos los días .
Una vez me dijeron que mirara al cielo, que levantara la vista, que dejara de un lado mis problemas y fuera libre, libre de mirar hacia un futuro brillante, un futuro sin guerras, un futuro sin hambre, un futuro sin la hipocresía que impregna estas palabras. Pero yo me pregunto por qué el cielo es la libertad, por qué la libertad esta representada por algo que se nos presenta inalcanzable desde que nacemos y a lo que estamos condenados a desear, a morir por un sueño irrealizable, eso es para nosotros la libertad. Un ideal, algo idílico, una mera quimera que nos ciega y nos priva de cualquier capacidad de albedrío, una paradoja, la mayor ironía de la vida, eso es, o por lo menos eso es para mi la libertad. Y estoy dispuesto a defender mi sueño con mi vida, porque es algo intrínseco a la mentalidad humana, una persona sin sueños no es una persona completa.
Últimamente me siento como si hubiese despertado de un sueño, siento como si mi cerebro hubiese estado aletargado durante mi corta vida y de repente un jarro de agua fría me hubiese caído directo a la cara, espabilándome y haciéndome consciente de el cruel mundo que me rodea. Miro la televisión y me entran ganas de vomitar al ver a los mismos de siempre, quizás con una careta distinta, pero los mismos coyotes puestos al servicio de una audiencia creada a su imagen y semejanza, trasmitiendo un mensaje constantemente, un mensaje casi hipnótico, más propio de novelas de ficción en las que las masas sufren un lavado de cerebro y se ponen al servicio de un dictador con malvados planes. Pero este mensaje es aún más terrorífico, ya que la gente no se da cuenta, o más bien no se quiere dar cuenta de que les maneja alguien, de que desde las sombras se les imparte otro tipo de educación, la educación del consumo, la educación del dinero. En la cual un dogma hace parecer ridícula la fe de otras, un dogma seguido por millones de personas a lo largo del mundo, del que solo un reducido grupo de afortunados se ve libre. El dinero como lo más importante de esta vida y el sueño inalcanzable al que aspiramos.
Pues yo quiero decir algo, quiero escupir sobre el dinero, quiero recobrar los pequeños placeres de la vida, quiero tomar como sueño vivir miles de aventuras y como esperanza la certeza de que este mundo aún tiene salvación.
La melodía de una dulce voz inundo aquel bosque, el aire vibraba cargado de notas alegres mientras de la garganta de aquella joven seguían surgiendo las palabras como el agua surge de un manantial. Para ella era el primer día de verano, el calor ya se notaba y caminaba bajo un resplandeciente solo que iluminaba todo con una luz deslumbrante, quizás demasiado deslumbrante habría pensado la chica, si existiese un hueco en su cerebro donde se pudiese colar algún pensamiento que no fuera él.
Poco a poco su voz se fue acallando, a medida que la sombra crecía delante de ella, más sorprendida que asustada miró al cielo en busca de alguna nube que pudiera oscurecer el sendero de aquella forma.
Pero el cielo estaba completamente vacío, no había nada, ni sol, ni nubes, ni pájaros , solo blanco, ¿dónde estaba el resplandeciente sol de hacía un momento?, ¿dónde había ido a parar ese pequeño gorrión que gorjeaba alegremente sobre la rama de un árbol? . La chica se sentó, con la sensación de estar viviendo una pesadilla, tomo aire e intento volver a tomar el control de sus temblorosas manos. Recogió la cesta caída a su lado, su contenido esparcido en el suelo fue el último golpe que pudo soportar antes de que su mente estallara, cayó inconsciente junto a los gusanos que se retorcían en la comida podrida de su cesta.
Despertó en medio de una terrible oscuridad, intento incorporarse y al apoyar su mano en el suelo aplasto una manzana podrida, retiró rápidamente la mano cayendo de nuevo al suelo con una mueca de asco en la cara.
-¿Hay alguien ahí?, fue lo único que atino a articular. Que típica le sonaba esa frase, sonrió, se sonrió a si misma, una sonrisa temblorosa, que afloró en sus labios como el niño que se asoma tapándose con las sábanas tras oír un ruido en la oscuridad.
De repente una risa le heló la sangre y la sonrisa, sus piernas le fallaron y cayó por tercera vez al suelo, sollozando con las manos en la cara mientras se preguntaba qué había pasado con su mundo, dónde estaba y qué coño ocurría en ese maldito bosque.
Un ruido a su espalda la estremeció, no le importaba que era , no se iba a quedar a descubrirlo. Se incorporó y echo a correr, dejando atrás su miedo se internó más en el bosque mientras las afiladas ramas de los árboles abrían surcos en sus brazos. El dolor aclaró su cabeza, algo raro pasaba, no era simplemente lo que había visto, era lo que sentía , esa sensación de que todo se ha ido a la mierda, de que no queda nada, era extraño y ni si quiera lo entendía, pero en ese momento era lo único de lo que estaba completamente segura.
Corrió hasta que los pulmones comenzaron a arderle y entonces corrió aún más, impulsando mecánicamente sus piernas mientras se dirigía hacia donde recordaba, estaba el camino. Paró un momento al lado de un arroyo, tras una hora de carrera no podía moverse más, bebió ávidamente hasta calmar su sed y tener el estomago a punto de reventar. Sin darse cuenta cayó dormida en medio de la hierba.
Aquella noche tuvo la más horrible de las pesadillas, pero lo peor de todo fue comprobar que al despertar no había desaparecido, abrió los ojos lentamente rezando por que todo se hubiese esfumado. Aún seguía allí, ese bosque oscuro y tenebroso en el qué todo parecía tener ojos y no se escuchaba nada más que una risa lejana.
Se levanto y siguió caminando durante más de una hora, estaba pérdida, no recordaba que la carretera estuviese tan lejos, de hecho el bosque que ella conocía no merecía ni si quiera ese nombre, no era tan grande como este , definitivamente, este no era su bosque. Una débil luz apareció ante ella, solo un parpadeo, un segundo y desapareció, pero lo suficiente para que la viera, la esperanza volvió a su alma, quizás podría salir de allí, quizás podría abrazar de nuevo a su novio, olvidar ese día y seguir con su vida. Poco a poco fue cobrando intensidad , se convirtió en algo deslumbrante y el bosque terminó, desembocando bruscamente en un puente, un puente que por su aspecto parecía abandonado, más bien parecía que nunca hubiese sido utilizado daba la sensación de haber sido construido por un ingeniero loco que plasmo su torturada alma en las vigas de aquel engendro de hierro, avanzo lentamente hacía el otro lado, hacía la luz, no había nada más que eso , una luz que inundaba todo con su blancura e impedía la visión.
Llego al otro lado y topo con un cristal, esperaba cualquier cosa, cualquiera, pero un cristal, qué pintaba allí un cristal, echo vaho para comprobar que no estaba loca, el cristal se cubrió con el vapor creando una película traslucida en la que logró distinguir algo conocido, estaba segura de lo que era , la luz disminuyo de intensidad, permitiéndole reconocer una habitación en la qué había estado mil veces, en la que había pasado los que probablemente fueran los momentos más felices de su vida.
Por fin había descubierto donde estaba, esa pequeña bolita de cristal que contenía un pequeño mundo en su interior, siempre le había producido escalofríos, ahora entendía perfectamente por qué.
Entonces aparecieron , ocultándolo todo, esos ojos azules que siempre había deseado, esos ojos azules que amaba, esos ojos azules en los que se había perdido mil veces, esos ojos azules que le provocaron el mayor pánico que jamás había experimentado.
Esos ojos azules rieron reventándole los tímpanos y convirtiendo todo de nuevo en la mayor de las oscuridades.
Todo comenzó una noche de invierno, estaba sentado junto a mi padre, contemplando el fuego, mientras el me contaba la que seria la más terrible historia que nunca he oído, parecía asustado al hablar. Su cara adquirió un tono blanco a medida que se zambullía en un mar de tumultuosos recuerdos.
-Esto es algo que solo podrás saber tú , jamás debes hablar con nadie sobre esto, ¿me oyes?
Asentí con la cabeza, estaba perplejo, nunca había visto a mi padre tan serio. Tenia miedo pero la curiosidad era tan fuerte que permanecí sentado junto a una cada vez más escasa lumbre que proyectaba macabras sombras en la chimenea.
-Todo comenzó una tarde de 1938, como ya sabes España se hallaba dividida en una fraticida guerra que solo trajo hambre y odio, una guerra cuyos propósitos fueron enterrados en el barro y cubiertos de cadáveres con una bala alojada en la cabeza. Donde se gritaban hermosas palabras en discursos, mientras emponzoñaban nuestro corazón con odio hacia nuestros propios hermanos, Daniel nunca has de olvidar que sobre el honor de un país esta el de sus habitantes, ellos son la única razón por la que luchar, nunca entupidos ideales formulados por hijos de puta trajeados, ya sean de uno u otro bando, todos son iguales.
Las palabras de mi padre destilaban un odio profundo, el tono de su discurso fue en aumento, de una forma proporcional a la vena de su cuello. Pareció darse cuenta y se relajó, respirando profundamente y mirándome con unos ojos negros marcados por el dolor. Había luchado en la guerra civil, de parte del bando rebelde obligado bajo la amenaza de prisión para él y su familia, es decir , yo y mi madre. Pero jamás me había hablado de ello, no le gustaba recordarlo. Tomo aire por quinta vez y prosiguió.
-Como te decía, esa tarde no era como las anteriores, mi compañía y yo avanzábamos penosamente entre las ramas de los árboles de Sierra Morena, teníamos un objetivo, asaltar el puesto de mando de los republicanos y acabar con la vida de su General, el cual se encontraba allí dirigiendo las operaciones, resguardado en un rincón remoto de la sierra mientras sus soldados morían como perros en nombre de un país sin honor. no le culpo, yo en su lugar habría hecho lo mismo, no soy un héroe, lo sé. Pero no me desvío del tema, caminábamos con el fusil al hombro y los cojones en la garganta, no contábamos con apoyo, la nuestra era una misión suicida aprobada por el Generalísimo con el objetivo de terminar la guerra de una forma rápida. Era un buen plan y podríamos haber tenido éxito si no hubiese sido por ESO.
Su voz tembló y su cara adquirió un matiz de terror que jamás seré capaz de olvidar, me levanté alarmado pero me tranquilizo con un gesto de la mano, se incorporó y tras meterse entre pecho y espalda una buena copa de coñac recuperó el color. Se sentó y durante unos instantes con la mirada pérdida y la mente en otra época y lugar. Sacudió la cabeza queriendo espantar sus dudas y el terror, entonces continuó.
-Surgió de entre los árboles, no se lo que era, y posiblemente no lo sabré nunca, solo se lo que ocurrió entonces. Salto sobre mi compañero, el sargento Pérez, encargado de nuestro pelotón. Solo éramos diez hombres , preparados y con experiencia en combate, pero los ojos de esa criatura eran una puerta a la locura y la llave eran sus garras clavadas en tu pecho, aún no se como, pero sobreviví, un compañero cargo conmigo hasta una cueva donde nos escondimos, asimilando lo que acababa de ocurrir, estaban todos muertos, ocho cadáveres esparcidos en el claro, que se podían ver desde nuestro refugio.
Pasamos tres días allí sin casi agua ni comida, sin dormir ni un minuto, mientras esos ojos negros cargados de odio nos miraban desde el claro donde nuestros compañeros yacían muertos. Ya no tenia miedo, ni estaba nervioso, la certeza de la muerte había calado hondo en mi y me proporcionaba la paz de quien ya no tiene nada que perder.
Al cuarto día saltó sobre nosotros, en un par de segundos mató a mi compañero arrojando su cadáver a la entrada de la cueva y se acercó a mi con un movimiento lento, en ese momento supe que mi vida había llegado a su fin, supe que no volvería a veros ni a ti ni a tu madre. Pero la criatura paró ante mi y pronunció lo que ahora comprendo, mi sentencia de muerte, "aún no".
Se esfumó en medio de un espeso viento cargado con el olor de la muerte y el dolor.
Contemplé a mi padre, atónito ante lo que me acababa de contar, no me había dado cuenta, pero estaba temblando de puro terror, no quería creerlo, pero una mirada a sus ojos me reveló la verdad.
-Esa misma noche una patrulla republicana me encontró tendido en un charco de mi propia sangre que manaba de la herida que tenía en el pecho, me curaron y me encarcelaron. No explique a nadie lo sucedido y prefirieron olvidarlo consternados ante el espectáculo que ofrecía el claro. Al terminar la guerra me liberaron y pude volver a casa con vosotros y vivir feliz hasta hoy.
Le miré sin comprender, y entonces el se desabrocho la camisa, lentamente, dejo al descubierto su pecho y en el una terrible cicatriz. Negra como una quemadura y que exhalaba un olor a muerte que me hizo vomitar allí mismo, la mancha negra comenzó a reptar por la piel de mi padre y pude ver como se extendía por su cuello ahogándole poco a poco, me levante con una mueca de terror impresa en mi cara, mientras contemplaba como escapaba la vida de los ojos de mi padre.
-La muerte me perdonó y me permitió vivir una vida que jamás merecí , Daniel no olvides nunca que no somos nadie en este mundo, que no tenemos derecho a quitar la vida a ninguna persona, se un buen chico y cuida de tu madre.
La vida escapo de su cuerpo y dejó una cáscara vacía que me contemplaba con una profunda expresión de tristeza impresa en su semblante, todo a mi alrededor se sumió en un pesado silencio, que solo se rompió por una carcajada proveniente del cadáver de mi padre.
La muerte acaba de honrarme con una visita que aún no he conseguido olvidar.
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