martes, 2 de agosto de 2011


Todo comenzó una noche de invierno, estaba sentado junto a mi padre, contemplando el fuego, mientras el me contaba la que seria la más terrible historia que nunca he oído, parecía asustado al hablar. Su cara adquirió un tono blanco a medida que se zambullía en un mar de tumultuosos recuerdos.
-Esto es algo que solo podrás saber tú , jamás debes hablar con nadie sobre esto, ¿me oyes?
Asentí con la cabeza, estaba perplejo, nunca había visto a mi padre tan serio. Tenia miedo pero la curiosidad era tan fuerte que permanecí sentado junto a una cada vez más escasa lumbre que proyectaba macabras sombras en la chimenea.
-Todo comenzó una tarde de 1938, como ya sabes España se hallaba dividida en una fraticida guerra que solo trajo hambre y odio, una guerra cuyos propósitos fueron enterrados en el barro y cubiertos de cadáveres con una bala alojada en la cabeza. Donde se gritaban hermosas palabras en discursos, mientras emponzoñaban nuestro corazón con odio hacia nuestros propios hermanos, Daniel nunca has de olvidar que sobre el honor de un país esta el de sus habitantes, ellos son la única razón por la que luchar, nunca entupidos ideales formulados por hijos de puta trajeados, ya sean de uno u otro bando, todos son iguales.
Las palabras de mi padre destilaban un odio profundo, el tono de su discurso fue en aumento, de una forma proporcional a la vena de su cuello. Pareció darse cuenta y se relajó, respirando profundamente y mirándome con unos ojos negros marcados por el dolor. Había luchado en la guerra civil, de parte del bando rebelde obligado bajo la amenaza de prisión para él y su familia, es decir , yo y mi madre. Pero jamás me había hablado de ello, no le gustaba recordarlo. Tomo aire por quinta vez y prosiguió.
-Como te decía, esa tarde no era como las anteriores, mi compañía y yo avanzábamos penosamente entre las ramas de los árboles de Sierra Morena, teníamos un objetivo, asaltar el puesto de mando de los republicanos y acabar con la vida de su General, el cual se encontraba allí dirigiendo las operaciones, resguardado en un rincón remoto de la sierra mientras sus soldados morían como perros en nombre de un país sin honor. no le culpo, yo en su lugar habría hecho lo mismo, no soy un héroe, lo sé. Pero no me desvío del tema, caminábamos con el fusil al hombro y los cojones en la garganta, no contábamos con apoyo, la nuestra era una misión suicida aprobada por el Generalísimo con el objetivo de terminar la guerra de una forma rápida. Era un buen plan y podríamos haber tenido éxito si no hubiese sido por ESO.
Su voz tembló y su cara adquirió un matiz de terror que jamás seré capaz de olvidar, me levanté alarmado pero me tranquilizo con un gesto de la mano, se incorporó y tras meterse entre pecho y espalda una buena copa de coñac recuperó el color. Se sentó y durante unos instantes con la mirada pérdida y la mente en otra época y lugar. Sacudió la cabeza queriendo espantar sus dudas y el terror, entonces continuó.
-Surgió de entre los árboles, no se lo que era, y posiblemente no lo sabré nunca, solo se lo que ocurrió entonces. Salto sobre mi compañero, el sargento Pérez, encargado de nuestro pelotón. Solo éramos diez hombres , preparados y con experiencia en combate, pero los ojos de esa criatura eran una puerta a la locura y la llave eran sus garras clavadas en tu pecho, aún no se como, pero sobreviví, un compañero cargo conmigo hasta una cueva donde nos escondimos, asimilando lo que acababa de ocurrir, estaban todos muertos, ocho cadáveres esparcidos en el claro, que se podían ver desde nuestro refugio.
Pasamos tres días allí sin casi agua ni comida, sin dormir ni un minuto, mientras esos ojos negros cargados de odio nos miraban desde el claro donde nuestros compañeros yacían muertos. Ya no tenia miedo, ni estaba nervioso, la certeza de la muerte había calado hondo en mi y me proporcionaba la paz de quien ya no tiene nada que perder.
Al cuarto día saltó sobre nosotros, en un par de segundos mató a mi compañero arrojando su cadáver a la entrada de la cueva y se acercó a mi con un movimiento lento, en ese momento supe que mi vida había llegado a su fin, supe que no volvería a veros ni a ti ni a tu madre. Pero la criatura paró ante mi y pronunció lo que ahora comprendo, mi sentencia de muerte, "aún no".
Se esfumó en medio de un espeso viento cargado con el olor de la muerte y el dolor.
Contemplé a mi padre, atónito ante lo que me acababa de contar, no me había dado cuenta, pero estaba temblando de puro terror, no quería creerlo, pero una mirada a sus ojos me reveló la verdad.
-Esa misma noche una patrulla republicana me encontró tendido en un charco de mi propia sangre que manaba de la herida que tenía en el pecho, me curaron y me encarcelaron. No explique a nadie lo sucedido y prefirieron olvidarlo consternados ante el espectáculo que ofrecía el claro. Al terminar la guerra me liberaron y pude volver a casa con vosotros y vivir feliz hasta hoy.
Le miré sin comprender, y entonces el se desabrocho la camisa, lentamente, dejo al descubierto su pecho y en el una terrible cicatriz. Negra como una quemadura y que exhalaba un olor a muerte que me hizo vomitar allí mismo, la mancha negra comenzó a reptar por la piel de mi padre y pude ver como se extendía por su cuello ahogándole poco a poco, me levante con una mueca de terror impresa en mi cara, mientras contemplaba como escapaba la vida de los ojos de mi padre.
-La muerte me perdonó y me permitió vivir una vida que jamás merecí , Daniel no olvides nunca que no somos nadie en este mundo, que no tenemos derecho a quitar la vida a ninguna persona, se un buen chico y cuida de tu madre.
La vida escapo de su cuerpo y dejó una cáscara vacía que me contemplaba con una profunda expresión de tristeza impresa en su semblante, todo a mi alrededor se sumió en un pesado silencio, que solo se rompió por una carcajada proveniente del cadáver de mi padre.
La muerte acaba de honrarme con una visita que aún no he conseguido olvidar.

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