-¿No odias ese dolor en el estómago?, cualquiera que hubiera oído a Daniel pensaría que estaba loco, sentado junto a un árbol y con la mirada perdida. Pero prestando un poco de atención y olvidándose de algunos estúpidos prejuicios Daniel no estaba loco, solamente estaba hablando con su mejora amigo, Kiko un cachorro de mastín que había encontrado abandonado hacía un par de meses y con el que había congeniado casi al instante.
-Yo lo odio, cuando me duele así la tripa significa que algo va mal, verás tu eres un perro, no sé si te pasa pero es una sensación horrible. Es como tener un monstruo dentro, algo que te golpea fuerte intentando escapar mientras tu haces todo lo posible para impedírselo.
El perro miro momentáneamente a Daniel con cara de extrañeza, como si no entendiera algo, se sentó junto a su amigo y se le quedo mirando fijamente, como si esperara algo.
-¿Por qué no le dejo escapar?, es lógico, si lo piensas un poco te das cuenta de lo que es eso que tienes dentro, eso es ira. Uno de los peores sentimientos, que te obliga a decir y a hacer cosas que realmente no quieres, por su culpa haces daño a los que quieres, por su culpa te haces daño a ti mismo.
Los ojos de Kiko se encontraron co los de Daniel por un instante, no sabría decir por qué, pero Daniel se dio cuenta de que Kiko sabía lo que era la ira, quizás tuviera algo que ver con el hecho de que arrastrara un poco su pata trasera al caminar, le acarició la cabeza tiernamente y continuó.
-Pero eso no es lo peor, para mi lo peor son los nervios, me impiden hacer nada. Soy incapaz de pensar con un mínimo de lógica, todos mis pensamientos van en la misma dirección, ella olvidadote de mí, no sé Kiko, pero si eso pasara ¿Qué iba a hacer yo?
Una lágrima resbalo por la mejilla de Daniel y golpeó a Kiko en el hocico, este se movió asustado y Daniel rió ante su reacción, rió con ganas, rió olvidándose del mundo por un instante. Mientras el perro le miraba con la cabeza ligeramente ladeada y cara de no entender nada.
-Sabes amigo, en ocasiones me doy cuenta de que no te digo más que tonterías, si entendieras todo, hace tiempo que no me harías ni caso.
Daniel sonrió acariciando al perro que movía la cola contento, ladró un par de veces y salto a los brazos de Daniel para ver los dos juntos la puesta de sol, como llevaban haciendo dos meses.
Una fría reflexión sobre la ira (por su culpa haces daño a los que quieres, por su culpa te haces daño a ti mismo), pero he de decirte, que aún así, el ambiente al que te transporta el texto es cautivador :) He visto ante mis propios ojos la expresión perdida de Kiko entre las meditaciones de Daniel, y esos ojillos despistados del mastín me han enamorado ^^
ResponderEliminarEspero que tu próximo relato sea publicado pronto ;)
<3