domingo, 6 de noviembre de 2011
Bestias sin cadenas
Dos fuertes detonaciones iluminaron la noche, segundos después la onda expansiva arrasaba los pocos cristales que permanecían intactos en la ciudad.
El niño sintió la fuerza y se apretó contra el suelo mientras a su lado su madre le miraba con impotencia y los ojos cargados de terror. No por su vida, eso era algo que la traía sin cuidado. En su mirada anidaba el miedo, el terror en estado puro ante la incertidumbre de lo que iba a pasar con su hijo. Se acercó a él y le dio la mano, el niño rebullo asustado pero al instante reconoció el tacto de su madre y la abrazó. Permanecieron así , cayendo progresivamente dormidos. En manos de un sueño repleto de pesadillas y horrores, un sueño en el que se filtraba el tableteo de la armas, el ruido de las explosiones y los gritos agónicos de los moribundos.
La casa tembló de nuevo, el suelo se lleno de polvo y pequeños trozos de techo desprendidos. Eso no era bueno, la batalla se estaba librando a menos de un kilómetro y por la fuerza de las explosiones estaba claro que se acercaba. La madre miró preocupada hacia la puerta sin saber que hacer, recorriendo con un rápido vistazo el sótano constato que no había nada con que bloquearla, todo dependía de la suerte. Casi involuntariamente, como suelen hacer los hombres desesperados, comenzó a rezar, pidiendo compasión por su hijo, rogaba a un dios cruel que permitiera la salvación del niño en medio de ese mundo condenado y olvidado, que no conocía la justicia y en el que si de verdad existía algo superior se limitaba a mirar, permitiendo que el caos y el sufrimiento contamine cualquier núcleo de bondad.
La puerta tembló ante un repentino golpe, sus plegarias no habían obtenido respuesta, lo que es más probable, no habían sido escuchadas. De un fuerte golpe la cerradura se resquebrajo y la puerta se abrió estrellándose contra la pared. Un soldado cubierto de polvo y con una mueca maniática en la cara entro a la vez que gritaba algo a sus compañeros en un idioma que la mujer no entendió. Instantes después entró en el sótano acompañado por otro compañero, desesperada la mujer les gritó que se largaran , mientras se abrazaba a su hijo con todas sus fuerzas. Los hombres se miraron entre sí y comenzaron a reír, uno tomó a la mujer del pelo y la levantó mientras su compañero agarraba al niño y lo estrellaba contra la pared. La madre gritó hasta que sintió que se le desgarraba la garganta, sollozó y suplicó que le dejasen vivir, que haría lo que fuera. Pero los soldados imperturbables hicieron caso omiso a sus súplicas, lentamente desenfundaron sus armas y con una maquiavélica compenetración descargaron dos tiros sobre la cabeza del niño, que cayó fulminado contra el suelo goteando sangre y con los ojos muy abiertos en una última expresión atormentada.
Instantes después agarraron a la mujer agarraron a la mujer y la forzaron por turnos
hasta quedar saciados, no opuso ninguna resistencia, solamente un signo mostraba que
solamente un signo mostraba que continuaba con vida, las lágrimas le goteaban
constantemente del rostro al suelo, cayendo y desapareciendo junto a su últimos retazos
de cordura.
Una vez hubieron terminado se marcharon riendo sádicamente y dejando a la mujer
semidesnuda abrazando el cadáver de lo que para ella había sido lo más importante. En
un último grito desesperado la mujer cayó de rodillas mientras la explosión derribaba
la casa y sepultaba a ambos en un último acto de crueldad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Debería no comentarte como venganza, pero lo haré, porque el texto me ha encantado *_*
ResponderEliminarSolo tienes permiso para abandonarme a mí y al blog de esta manera si luego vuelves con entradas tan jodidamente buenas como esta ;)
<3
O.O , eres jodidamente buena :)
ResponderEliminarPrometo estar más pendiente de tu blog xD