Me levanto temblando, el reloj marca las dos, las pesadillas han vuelto. La realidad se esfuma, se difumina entre mis temores, metamorfoseándose en fantasmas que recorren mi habitación. Gimiendo, agitan sus cadenas de recuerdos. Cadenas oxidadas que son el esqueleto de un pasado mejor, cadáver putrefacto de un final ya anunciado.
Sudoroso me encamino al baño, abro el grifo y dejo que la cadencia del agua resbalando por mi cabeza me devuelva a la realidad, o al menos a ese estado de vigilia en el que aún sigo siendo el dueño de mi mente. Los fantasmas desaparecen, se esconcen en los recovecos de mi alma remendada. En la cual varias puntadas sueltas amenazan con desgarrar el tejido de mi esencia, amenazan con llevarme de nuevo a la locura.
Con el cabello goteando me encamino a la cocina, la nevera vacía me recuerda que se fue, abro el armario de la derecha, alcanzo un bote y lo huelo. El olor me trae recuerdos de otra época en la que me acompañaba, ahora he dejado de ser su amigo para convertirme en su esclavo. Despacio lío un canuto, lentamente, casi acariciándole, lo preparo y me siento frente a la ventana a mirar la luna.
La muy puta está ahí, sonriendo como cada noche, vestida en su desnudez con ropajes de plata, resplandeciente me mira con lástima. Enciendo el canuto y abandono mi vigila, entre calada y calada. Aire viciado colándose por mi garganta. Reptando a mi cerebro, cercenando conexiones, alejándome de la absurda realidad.
Abandonado, mi cuerpo se dirige a la habitación, con la consciencia dormida me rindo a la noche, al manto de la oscuridad que me arropa suavemente, librándome de sueños, librándome de pesadillas.
Son las tres de la mañana, mi cuerpo yace inconsciente en la cama.
Me gusta especialmente el final. Desde que se pone a mirar la luna por la ventana. Me gusta, sí.
ResponderEliminarSi, yo creo que es el mejor fragmento, la luna es lo que tiene , es mágica.
ResponderEliminar