La luna iluminó el copo de nieve que en caída libre se dirigía hacia el suelo, bruñido en plata por la luz lunar revoloteaba en las corrientes de aire, trazando tirabuzones y giros imposibles descendía a trompicones. Sin prisa, disfrutando de los breves instantes que duraba su danza con el viento cayó, cayó sobre la cabeza del chico que en mitad de la plaza, perdido entre la marea de gente, miraba al infinito con aire ausente.
Sus ojos se dirigían hacía la alta y vetusta torre, que bordeaba la plaza a su derecha, sobre ella y en brillantes luces de neón un cartel rompía la armonía del edificio. Miraba al pequeño gato negro que ronroneando rebullía a gusto pegado al calor de una letra “A”. La chispa saltó del viejo fluorescente, que si bien no poseía la antigüedad de la torre , tenía en su haber cientos de días con sus respectivas noches, cientos de días llenos con el bullicio y el trasegar de la gente y cientos de noches compitiendo con la luna, alumbrando la vida de los habitantes de la ciudad que preferían la vida bohemia de la noche. La chispa quemó la cola del pequeño gato negro, que asustado ante el repentino calor maulló lanzando al aire un armónico desafinado.
El pequeño gorrión asustado levanto el vuelo, batiendo sus pequeñas alas se enfrento al viento helado cargado de nieve que había comenzado a formar un manto blanco en las calles de la ciudad, voló entre corrientes que le empujaron hacía el balcón de una casa blanca situada en el extremo opuesto de la plaza. Posándose en la negra barra del balcón miró al hombre que allí se encontraba.
Apuraba un cigarrillo, mientras contemplaba el discurrir de la gente difuminado por el humo y el vaho de su respiración, miraba ensimismado la multitud de personas que recorrían la plaza dirigiéndose hacia sus hogares para resguardarse del frío y la nieve, ocupado en sus propios pensamientos sacudió la ceniza de su cigarro en la barandilla del balcón.
La ceniza voló, arrastrada por el viento que cobraba fuerza con el paso de los latidos, perdiendo consistencia se disolvió en la noche, quedando una última partícula, una partícula que por casualidad se poso en el gorro de la chica que a varios metros del centro de la plaza miraba a un joven que a su vez contemplaba con gesto ausente un cartel de neón. La chica suspiró y se fue murmurando dos palabras que se perdieron entre el murmullo de la gente.
Vocabulario con el que yo solo puedo soñar... Increíble
ResponderEliminarPero el vocabulario es secundario, lo importante es el mensaje, como en tu jodida poesía eso si que es increíble.
EliminarMuy poca gente se imaginaría toda la magia que puede llegar a transmitir el cabrón de Alfredo cuando se le da un lápiz y una hoja de papel.
ResponderEliminarAy, me siento afortunada de conocer esta faceta tuya <3
Jopetas, solo tu eres capaz de hacerme feliz con un simple comentario :)
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