domingo, 22 de enero de 2012

Polvo en el camino

Tambaleante la figura atravesaba la oscuridad de una noche sin luna, una de esas noches en las que las pesadillas cobran forman y cabalgan a lomos de sombras y recuerdos.
Caminaba por inercia, avanzando paso tras paso, empujado por una fuerza de voluntad superior a él. Clack , clack , sus articulaciones proferían quejas mudas con cada flexión, estaba al borde de la extenuación. Por su aspecto parecía que nunca hubiese probado comida alguna, era un esqueleto que aún mantenía la piel adherida. Era un alma errante, sin objetivo ni finalidad, destinada a vagar por caminos polvorientos en busca de algo con lo que dar sentido a su presencia en el mundo.
Había cruzado miles de países con su paso inseguro, sus ropas llenas de polvo y barro eran meros jirones que colgaban de un cuerpo que no recordaba ni su nombre. Su conciencia estaba vacía de pensamientos, solo le empujaba por instinto a avanzar, a no detenerse hasta encontrarlo. En el fondo de su mente latía una débil llama, una llama que lo había consumido, reduciéndole a un puñado de huesos y piel renqueante. Una llama que alumbraba débilmente su destino, como un faro en una noche de tormenta. Siempre a punto de extinguirse, siempre resurgiendo de la oscuridad para deslumbrarle.
Esa llama había ardido débil y fugaz a lo largo de décadas, pero algo estaba cambiando, cada vez cobraba más fuerza, el calor comenzaba a desentumecer los músculos atrofiados, los párpados se abrieron y dejaron libres a dos ojos, negros como la noche, que recorrían con avidez el entorno en busca de algo.
Se paró en seco, con los ojos clavados en una blanca cruz que se recortaba en la lejanía, brillando en la oscuridad, cubierta de musgo y plantas tenía un halo de tristeza que se extendía por las tumbas que punteaban el montículo en el que se erigía.
La figura se acercó a la cruz, se arrodilló lentamente con un terrible crujido y en medio del silencio más absoluto habló:
-Te prometí que siempre estaríamos juntos.
Sacó una rosa seca y marchita del último bolsillo que quedaba en su pantalón y la depositó suavemente. Se tumbó a los pies de la cruz y cerró los ojos lentamente, disfrutando del momento.
Cuando sus párpados se cerraron por completo, la llama tembló y se apagó completamente.

2 comentarios:

  1. Para mí es una de las entradas, que cuando la releo consigue emocionarme, es de mis favoritas .

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