-¡Levántate soldado!, la muerte aún no te ha alcanzado.
El grito del sargento me devolvió a la realidad, el estallido de los morteros había sido brutal y había caído inconsciente en la zanja. Me incorpore despacio, evitando sacar la cabeza por encima de mi parapeto. Mi mente comenzaba a retornar a la normalidad. Rápidamente cargue mi fusil y acompasado al grito del sargento comencé a descargar ráfaga tras ráfaga sobre el enemigo. Silbidos intermitentes resonaban en mis oídos, eso no era bueno, cada vez se acercaban más. El suelo tembló de nuevo y me agache cubriéndome las manos con la cabeza, la trinchera se derrumbaba y una cascada de rocas y tierra caía sobre mí. El movimiento ceso y de nuevo saque la cabeza de mi escondite para contemplar el panorama, era un infierno de humo, gritos y disparos. Pero estaba allí por un motivo, la revolución no sería aplastada tan fácilmente, era la hora de devolver al pueblo todo lo que el dictado había robado durante más de tres décadas. Me incorpore, recogí el silbato del oficial y entre gritos y pitidos lance a los supervivientes contra las líneas enemigas en una gloriosa y quizás póstuma carga. Y de repente todo se torno oscuridad.
Mi mente vagaba por un mundo sin fin, un paraje de silencio y condenadamente aburrido, el tiempo no tenía significado y el espacio era una ilusión, solo interrumpían la tediosa monotonía algunos recuerdos, a veces era su cara, otras veces fragmentos de guerra, siempre eran escenas difusas a medio camino entre el sueño y la realidad. Normalmente eran escenas sin sonido, como el cine mudo. Pero cuando aparecía ella repetía la misma frase, con un tono de voz lleno de preocupación que calaba en lo más hondo de mi ser.
-¿Ha despertado?
Yo no entendía el significado de esas palabras, mi mente era incapaz de realizar la tarea de convertir el sonido en significado, algo iba mal pero no entendía el que. Me encontraba en un limbo de oscuridad en el que no salía nunca el sol.
Así paso el tiempo, sin dejar huella, fluyendo incansable en el río calmado que era mi vida, un río con una corriente débil, incapaz de arrastrar los cascotes que recubrían mi mente pero que a pesar de todo seguía recorriendo la cuenca de la vida, regando la tierra y proporcionándome la fuerza necesaria para mantener el latido de mi corazón. Lo sentía dentro de mí, era algo inexplicable que me mantenía unido al mundo material evitando que mi alma huyera en busca de la libertad.
Pero todo cambio, de repente sin previo aviso un punto apareció en mi horizonte, algo diminuto, un leve resplandor que en medio de aquella oscuridad se convirtió en un destello deslumbrante. Comencé a andar, o al menos esa era la impresión que tenía mi cuerpo, lentamente muy lentamente el punto de luz fue creciendo. Cada paso era un suplicio, un dolor lacerante en el cerebro, pero a cambio obtenía una nueva conexión con la realidad, los recuerdos comenzaban a fluir y el rompecabezas comenzaba a encajar.
Después de lo que a mi parecer fue una eternidad la luz comenzó a expandirse rápidamente, de repente la oscuridad se transformo en la luz y abrí los ojos. Allí estaba mi mujer, con nuestra pequeña hija entre los brazos, abrió los ojos desmesuradamente y tras relajarse sonrió. Con esa sonrisa perfecta, por la que cualquier buen soldado daría la vida y hasta el alma, por esa sonrisa que era a la vez una bendición y la perdición misma, en ese instante todo estuvo claro por fin, sorprendentemente la vida si que era capaz de conceder segundas oportunidades.
Al principio parecía ser una historia trágica... Pero en el fondo no lo es.
ResponderEliminar"Cada paso era un suplicio, un dolor lacerante en el cerebro, pero a cambio obtenía una nueva conexión con la realidad, los recuerdos comenzaban a fluir y el rompecabezas comenzaba a encajar" asljfasñlfja. Me encantas <3
Jajajaj, que haría yo sin mi fan nº 1 :)
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