sábado, 28 de enero de 2012

Banquete sin alegría

Sigo soñando con baldías promesas de felicidad en un mundo lleno de tristeza, cada paso, cada minuto y cada inhalación me acercan más al precipicio. La vorágine de caos y autodestrucción cobra vida, devorando universos como pequeños aperitivos mientras abre boca y saliva desesperada por hincarle el diente a mi castillo en las nubes.
Impaciente afila los cuchillos preparando la mesa del que será el último banquete antes de ser devorado por las fieras. Ávida, mira con ojos brillantes colmados de desesperación como poco a poco las conexiones que me atan a la realidad van desapareciendo, una a una, con golpes precisos de martillo y cincel que van moldeando una nueva base, que borran recuerdos y cincelan pesadillas en su lugar. Poco a poco la estatua muda su forma, poco a poco su mueca se transforma en un rictus de horror en el que unos ojos desorbitados contemplan la confabulación que ante ellos amenaza con destruirles.
El baile ha comenzado, como preludio perverso del fastuoso banquete que se avecina, los hados danzan a mi alrededor, agitando sus ropajes teñidos de sangre y odio, teñidos de pesadumbre. Gritan alegres y extasiados, contentos ante la perspectiva de el gran entretenimiento que se acerca inexorable con el paso de las decisiones, atado a un destino ciego que cuando elige victima la aferra en su puño de hierro robándole el aire, robándole el alma.
Me visto con chatarra, uniendo con remaches los pedazos de sueños que aún se mantienen, me visto con una coraza llena de herrumbre cuyo pálpito se extingue poco a poco, el calor a comenzado a abandonarme, dejando un hueco que pronto será llenado por el terror, la desesperación y la resignación.
Caminaré hacia el patíbulo, temblando y asustado como el niño que soy, pero caminaré acompañado de un pensamiento.
“No me arrepiento”
Y cuando la hora final llegue, reuniré mis últimas fuerzas y sonreiré conservando la esperanza de convertirme en un bocado insulso, un bocado amargo, el último bocado.

miércoles, 25 de enero de 2012

Realidad difuminada


La visión se veía entorpecida por el humo, no podía ver más allá de mi nariz y caminaba despacio apartando a manotazos las volutas más atrevidas que trepaban por mis brazos cobrando vida y erizándome la piel.
El tiempo transcurría paralelo a la realidad, nada de lo que veía era verdad, era consciente de que todo era un sueño, era mi imaginación que desbocada intentaba engañar a mi mente. Reconfortado con esos pensamientos camine entre la densa humareda.
Olía a mango y tierra mojada, a naturaleza, olía a ella, una mezcla extraña que estimulaba mis fosas nasales. Que llenaba mi mente de recuerdos como llenaba el espacio de humo blanco. Desde fondo se oía un murmullo, agua deslizándose libre, me encamine hacía el sonido con pasos inseguros y la certeza de saber lo que me iba a encontrar.
Allí estaba, recostada en la hierba, el aire a su alrededor no estaba cargado de ese humo que se negaba a dejarme escapar. Despacio, giró la cabeza y me enfocó con esos ojos castaños que poseían el verdadero significado de la palabra tentación. Camine hacía ella apartando con movimientos bruscos los restos brumosos que se enroscaban entorno a mis piernas.
Entonces sonrió, dándome por perdido caí en su hechizo y el tiempo cobró vida como despertando de un letargo y tomando conciencia de que llegaba tarde a la cita con el destino. Besos, caricias y dentelladas discurrieron ante mis ojos, consumiendo mi alma como papel ardiendo. Mis dedos perdidos entre sus curvas recorrían carreteras sin límite de velocidad en las que detenerse era malgastar el tiempo. La eternidad se convirtió en un segundo y me di cuenta de lo que ocurría.
-Es solo un sueño, tú ya no estás conmigo.
-¿Quién te dice que los sueños no son la parte real de este mundo?
Sonrió de nuevo y desapareció entre la niebla, se fue, se marchó dejándome solo y sin razón de nuevo. Se fue dejándome con la pasión cabalgando en monturas desbocadas por mis venas, se fue y desperté.

domingo, 22 de enero de 2012

Polvo en el camino

Tambaleante la figura atravesaba la oscuridad de una noche sin luna, una de esas noches en las que las pesadillas cobran forman y cabalgan a lomos de sombras y recuerdos.
Caminaba por inercia, avanzando paso tras paso, empujado por una fuerza de voluntad superior a él. Clack , clack , sus articulaciones proferían quejas mudas con cada flexión, estaba al borde de la extenuación. Por su aspecto parecía que nunca hubiese probado comida alguna, era un esqueleto que aún mantenía la piel adherida. Era un alma errante, sin objetivo ni finalidad, destinada a vagar por caminos polvorientos en busca de algo con lo que dar sentido a su presencia en el mundo.
Había cruzado miles de países con su paso inseguro, sus ropas llenas de polvo y barro eran meros jirones que colgaban de un cuerpo que no recordaba ni su nombre. Su conciencia estaba vacía de pensamientos, solo le empujaba por instinto a avanzar, a no detenerse hasta encontrarlo. En el fondo de su mente latía una débil llama, una llama que lo había consumido, reduciéndole a un puñado de huesos y piel renqueante. Una llama que alumbraba débilmente su destino, como un faro en una noche de tormenta. Siempre a punto de extinguirse, siempre resurgiendo de la oscuridad para deslumbrarle.
Esa llama había ardido débil y fugaz a lo largo de décadas, pero algo estaba cambiando, cada vez cobraba más fuerza, el calor comenzaba a desentumecer los músculos atrofiados, los párpados se abrieron y dejaron libres a dos ojos, negros como la noche, que recorrían con avidez el entorno en busca de algo.
Se paró en seco, con los ojos clavados en una blanca cruz que se recortaba en la lejanía, brillando en la oscuridad, cubierta de musgo y plantas tenía un halo de tristeza que se extendía por las tumbas que punteaban el montículo en el que se erigía.
La figura se acercó a la cruz, se arrodilló lentamente con un terrible crujido y en medio del silencio más absoluto habló:
-Te prometí que siempre estaríamos juntos.
Sacó una rosa seca y marchita del último bolsillo que quedaba en su pantalón y la depositó suavemente. Se tumbó a los pies de la cruz y cerró los ojos lentamente, disfrutando del momento.
Cuando sus párpados se cerraron por completo, la llama tembló y se apagó completamente.

martes, 17 de enero de 2012

Un punto y seguido


-¿Qué es lo que más echas de menos? Se giró y me miró a la cara, con esa mirada característica en la que siempre lograba atisbar un destello de curiosidad.
Me lo pensé durante unos instantes, no era una cosa tangible, era un cúmulo de sensaciones, momentos y recuerdos que para mi eran imposibles de expresar con palabras.
-Simplemente dime una acción, me dijo como si consiguiera vislumbrar mis dudas grabados a fuego sobre mis pupilas.
-Los besos, sin duda, esos besos suyos capaces de robarme el entendimiento y la razón. Eran momentos en los que nada podía preocuparme, solo estábamos ella y yo, el mundo dejaba de existir mientras me insuflaba un hálito de vida en el alma.
-¿Te arrepientes de algo? Formulaba la pregunta con un aire despreocupado, que me animaba a descargar el peso que cargaba sobre mis hombros y me impedía levantar el vuelo.
-De no haber aprendido más, de no haber sido capaz de mirar más allá de las cosas y conocer su verdadera esencia. Pero todo lo que hice, lo hice siguiendo un sueño. Perseguí mis anhelos forzando los límites, no me arrepiento de mis errores, aprendí de ellos. Aunque lo reconozco, quizás no aprendí a tiempo ni lo suficiente.
-Dime, ¿Cuál fue tu mayor sueño?, ¿por qué luchaste? Parecía conocerme mejor que yo mismo, leía en sus ojos que nada podía escapar a su examen, que lo único que me quedaba era confesar la verdad.
-Ella, no existió ningún anhelo que superara al de tenerla entre mis brazos, nada más importante que su felicidad, fui un egoísta, la ate con cadenas de plata a mí, de esas cadenas que se oxidan con el más mínimo chaparrón y queman la piel llegando hasta el corazón. Más tarde que pronto vi mi error y lo intente enmendar, solo espero que no sea demasiado tarde y ella cumpla mi sueño. Ser feliz.
-Debes volver, aún no ha llegado tu hora. Me interrumpió con una sonrisa.
Desperté en una habitación suavemente iluminada, estaba tumbado en una cama y mis huesos crujían y gritaban con cada inhalación, de repente mi cerebro volvió a la normalidad y recordé el accidente de coche. Aunque también recordaba algo más, aún conserva trazos de un sueño destinado a mantenerme intrigado hasta el día que vinieran a por mí para no volver jamás.

domingo, 8 de enero de 2012

Corre, ríe, ama, VIVE

¿No sientes la imperiosa necesidad de equivocarte?, de vivir sin preocuparte de los errores fijando tu meta más allá de las nubes. Vivir al minuto, disfrutando de cada inhalación, disfrutando de las risas y las lágrimas. Vivir sin un plan, arrasar con todo y con todos mientras pasas al lado de la gente agitando sus vidas como un vendaval. Seguir siendo un niño ajeno a los problemas y tribulaciones de un mundo de adultos donde la diversión es algo negativo. Donde te ves obligado a madurar bajo la amenaza de sus pistolas en tu nuca, un mundo donde los niños ya no existen y la felicidad se ha extinguido con ellos.
Yo soy un criminal, un revolucionario o un simple estúpido decidido a vivir con espíritu de niño, decidido a sonreír cada vez que me llaman inmaduro por seguir soñando o porque mi actitud no les parece la apropiada en sus “serios” asuntos. Vivo de bromas y sonrisas, de buenos momentos con mis amigos, soñando despierto con otro mundo donde todo es posible. Soy de esos que piensan que la mejor medicina para los malos momentos es un abrazo sincero, de aquellos que se sonrojan con un beso pícaro. Creo sinceramente que los monstruos existen, tengo miedo a la oscuridad y para mí una piruleta es un tesoro, aunque jamás comparable al de un buen amigo. Soy rico, inmensamente rico, pero no tengo dinero, soy rico en emociones y fantasías, rico en amistad e imaginación. Imaginación, posiblemente mi mayor y único talento, una cualidad desarrollada entre libros, entre miles de páginas, cientos de aventuras y decenas de mundos en los que la ley omnipresente de “ser serio” no existe, donde la libertad se puede respirar y no es necesario refugiarse en la niñez para ser verdaderamente feliz. Gracias a las letras he conseguido mantener en mi poder la llave de mis cadenas, llave que escondo en lo más profundo de mi ser. Para, de vez en cuando, escapar y ser libre refugiándome en los sueños que pueblan mi mente con escenas mágicas y maravillosas.
Soy un niño, o quizás un inmaduro obligado por las circunstancias, pero gracias a ello sigo recorriendo mi camino hacia la felicidad. Aunque sea un camino difícil y prácticamente intransitable.

martes, 3 de enero de 2012

Otra bala en el cargador

-¡Levántate soldado!, la muerte aún no te ha alcanzado.
El grito del sargento me devolvió a la realidad, el estallido de los morteros había sido brutal y había caído inconsciente en la zanja. Me incorpore despacio, evitando sacar la cabeza por encima de mi parapeto. Mi mente comenzaba a retornar a la normalidad. Rápidamente cargue mi fusil y acompasado al grito del sargento comencé a descargar ráfaga tras ráfaga sobre el enemigo. Silbidos intermitentes resonaban en mis oídos, eso no era bueno, cada vez se acercaban más. El suelo tembló de nuevo y me agache cubriéndome las manos con la cabeza, la trinchera se derrumbaba y una cascada de rocas y tierra caía sobre mí. El movimiento ceso y de nuevo saque la cabeza de mi escondite para contemplar el panorama, era un infierno de humo, gritos y disparos. Pero estaba allí por un motivo, la revolución no sería aplastada tan fácilmente, era la hora de devolver al pueblo todo lo que el dictado había robado durante más de tres décadas. Me incorpore, recogí el silbato del oficial y entre gritos y pitidos lance a los supervivientes contra las líneas enemigas en una gloriosa y quizás póstuma carga. Y de repente todo se torno oscuridad.
Mi mente vagaba por un mundo sin fin, un paraje de silencio y condenadamente aburrido, el tiempo no tenía significado y el espacio era una ilusión, solo interrumpían la tediosa monotonía algunos recuerdos, a veces era su cara, otras veces fragmentos de guerra, siempre eran escenas difusas a medio camino entre el sueño y la realidad. Normalmente eran escenas sin sonido, como el cine mudo. Pero cuando aparecía ella repetía la misma frase, con un tono de voz lleno de preocupación que calaba en lo más hondo de mi ser.
-¿Ha despertado?
Yo no entendía el significado de esas palabras, mi mente era incapaz de realizar la tarea de convertir el sonido en significado, algo iba mal pero no entendía el que. Me encontraba en un limbo de oscuridad en el que no salía nunca el sol.
Así paso el tiempo, sin dejar huella, fluyendo incansable en el río calmado que era mi vida, un río con una corriente débil, incapaz de arrastrar los cascotes que recubrían mi mente pero que a pesar de todo seguía recorriendo la cuenca de la vida, regando la tierra y proporcionándome la fuerza necesaria para mantener el latido de mi corazón. Lo sentía dentro de mí, era algo inexplicable que me mantenía unido al mundo material evitando que mi alma huyera en busca de la libertad.
Pero todo cambio, de repente sin previo aviso un punto apareció en mi horizonte, algo diminuto, un leve resplandor que en medio de aquella oscuridad se convirtió en un destello deslumbrante. Comencé a andar, o al menos esa era la impresión que tenía mi cuerpo, lentamente muy lentamente el punto de luz fue creciendo. Cada paso era un suplicio, un dolor lacerante en el cerebro, pero a cambio obtenía una nueva conexión con la realidad, los recuerdos comenzaban a fluir y el rompecabezas comenzaba a encajar.
Después de lo que a mi parecer fue una eternidad la luz comenzó a expandirse rápidamente, de repente la oscuridad se transformo en la luz y abrí los ojos. Allí estaba mi mujer, con nuestra pequeña hija entre los brazos, abrió los ojos desmesuradamente y tras relajarse sonrió. Con esa sonrisa perfecta, por la que cualquier buen soldado daría la vida y hasta el alma, por esa sonrisa que era a la vez una bendición y la perdición misma, en ese instante todo estuvo claro por fin, sorprendentemente la vida si que era capaz de conceder segundas oportunidades.