Sonido de muerte hace vibrar mis tímpanos, el mosaico de la vida aparece ante mis ojos destrozado por el impacto de los segundos. Las teselas caídas cubren mis pies, parecen brotar del suelo como flores marchitas, flores cuyo efluvio está cargado de ansias de vivir, flores que nunca florecerán. Son solo capullos cargados de esperanzas sin fundamento, capullos cargados con el peso de miles de sueños rotos que tarde o temprano quebraran sus tallos.
Comienza a oscurecer, los ecos del ocaso vibran insistentes en las descoloridas vidrieras. Su luz anaranjada es arrojada a mis pies, escupida por un dios para reírse de mí con su brillo, recordándome la oscuridad que tiñe mi pecho. Mi sombra crece, ocultando la sala por completo, cubriendo con un manto de tinieblas cada recoveco. Oculta todo otorgando un momento de respiro a mi torturada alma. Solo el silencio de la oscuridad acalla las voces que torturan mi mente, las voces que claman sedientas de sangre. Su inquietante murmullo se desvanece por completo, solo los acordes de un pensamiento zumban en mi mente, como una melodía in crescendo su rumor toma el control de mis actos, la duda desaparece.
Siento su contacto frío entre mis dedos, acaricio el gatillo y situándola suavemente en mi sien disparo.
El cuerpo cae a plomo sobre el suelo, salpicando las teselas con su sangre. La oscuridad desaparece, las teselas comienzan a brillar, comienzan a florecer desembarazándose del peso del fracaso. Despacio vuelven a ocupar su lugar en el mosaico de la vida, todo vuelve a cobrar sentido.
Lamentablemente, demasiado tarde.
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