Cuando las sombras dominan el alma solo el odio puebla la mente. El ímpetu de mi corazón marcas las horas al son del deseo prohibido. La fantasía cobra fuerza en mi cabeza, difuminando la realidad en el lienzo de la vida. No recuerdo ya lo que significa la certeza, los recuerdos se diluyen en el eco de aquel grito.
Paso a paso tomo conciencia de que solo puedo asegurar mi locura. Solo puedo concretar mi mente perdida en un mar de imágenes y sensaciones. Acallo la voz de la razón, solo me produce dolor de cabeza. Hoy tomo mi deseo como realidad, mi locura como certeza de mi existencia. Hoy liberaré a la bestia para que desgarre las conexiones de mi cerebro que me sujetan al odio, al rencor. Hoy liberaré mi alma.
Las correas de la bestia restallan dentro de la jaula, los barrotes corroídos por el rencor y el miedo tiemblan, débiles, ante el empuje de la verdad, tiemblan ante los colmillos de la bestia. La puerta se abre y las garras de la bestia se estrellan en mi cerebro, rompen y destrozan cada palmo para dejar espacio a mi nuevo “yo”, rompen y destrozan cada fibra de mi ser mezquino para abrir el camino a la locura, a la verdad que encierra el caos.
El aullido de la bestia reverbera en la noche, la luna ilumina mis colmillos de los que pende, titubeante, una gota de sangre fresca.

¿Hombres lobo? Aunque apuesto más por una manifestación de la intención de emborracharse salvajemente al haberse liberado de Bachiller. Sí, apuesto por eso.
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