domingo, 4 de marzo de 2012

Cartas desde el infierno.

¿Qué se siente cuando se abren las puertas del infierno ante ti? ¿Temor, reverencia o simple curiosidad? Mi mente solo ha logrado atisbar una fracción de la débil luz de los fuegos abismales, una pequeña luminosidad anaranjada que ha abrasado mi alma y purgado la mayoría de los dogmas que pueblan mi mente.

Mis pensamientos comienzan a alejarse de las rutas iluminadas por la luz artificial, para sumergirse en otras que apenas son rozadas por un par de rayos desprendidos del diabólico vestido de la Luna. Engatusan a los incautos, sacudiéndoles de su sopor para mostrarles la horrible verdad de un mundo cimentado en el cadáver de la historia. Un cadáver desfigurado y pintado como una dama de burdel. Un cadáver profanado para prostituirle favor del fanatismo. Siempre en manos de verdaderos artistas del pensamiento. Malabaristas de pasiones que instigan odio, fervor y terror en favor de sus intereses.

Estos artistas no son más que díscolos aprendices del diablo, agentes introducidos en nuestro mundo bajo la apariencia de colosos, secuaces sin saberlo del mayor enemigo de la humanidad que bajo el disfraz del dinero maneja los hilos de este gran teatro de marionetas al que llamamos mundo.
Es la sombra que se esconde tras la deslumbrante luz de Iglesias y religiones, luz que no ilumina, luz que ciega. Camina entre nosotros, transformando valores, convirtiendo lo obsceno en cotidiano, convirtiendo la perversión en ley de vida. Dinamita nuestra ya resquebrajada moral, conduciéndonos sin remedio a un abismo donde nuestra ceguera será blanca, donde lo que nos cegará será la luz que nos impide ver la sombra. La luz de nuestro pecado, del pecado humano.

Pero yo me adentro en ese camino, me introduzco poco a poco en la sombra, sin llegar a rodearme de ella, no sé cuanto aguantaré indemne, la gente comienza a llamarme demonio. Yo prefiero seguir pensando que solo soy un revolucionario cargado de sueños.

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