Estaba a punto de coger el tren y huir. Esfumándome definitivamente de esta ciudad cargada de recuerdos y pesadillas. Caminaba deprisa, rodeado por las tenues sombras de incipiente anochecer. Buscando refugio en un tren mientras el sol lo hacía tras el horizonte. Subí al viejo vagón del primer expreso en el que conseguí billete, dirigido a algún lugar de Francia, a algún lugar sin nombre donde el viento no tarareara esa melodía melodramática que me tortura día y noche.
El vagón solo estaba iluminado por las débiles luces que salían de un par de compartimentos. Era un tren antiguo, uno de esos que van cargados de viajeros y misterio. Un tren cuyas paredes han sido testigos mudos de miles de encuentros fugaces en mitad de un viaje hacia el fin del mundo. Abrí la puerta del primer compartimento vacío que encontré, las cortinas estaban echadas, impidiendo a la Luna espiar lo que ocurría en su interior. Tanteé en busca de un interruptor durante un par de minutos, tras mi intento fallido decidí descorrer las cortinas y permitir que la suave luz lunar iluminara la pequeña estancia.
Me senté y saque de mi bolsillo el viejo libro de poesía que había salvado de la jaula de olvido que era aquel cajón de mi antiguo apartamento. Bajo la luz plateada sus rebordes ocres resplandecían como gotas de sangre. Embelesado comencé la lectura de esas páginas que tan bien conocía. Absorto en las palabras de un viejo escritor cuyo nombre ya se había olvidado no oí como la puerta se abría a mi lado.
-Hola, dijo una dulce voz, una voz cuyo timbre yo conocía muy bien.
Una voz causante de mi precipitada huida hacia un destino incierto. Levante la vista y sus ojos no hicieron más que confirmar mis temores. Sonrió y perdí los pocos trazos de voluntad que conservaba mi mente.
-¿Qué haces aquí? Me preguntó su sinuosa silueta recortada en el marco de la puerta.
-Ehh… no puedo… no sé. Aún me estaba recuperando de la impresión y el olor de su perfume solo consiguió terminar de desmoronar mis resquebrajadas defensas.
-¿No me lo quieres decir? Su tono era juguetón, disfrutaba viéndome totalmente acorralado, desnudo e indefenso antes sus encantos.
-No quería verte… Admití con una sonrisa triste.
-¿Quieres que me vaya? La sonrisa desapareció de sus labios y su tono cambió bruscamente.
-No, no por favor, ya no hay nada que hacer. No quería verte porque sé que entonces caería en tu tentación.
Lentamente se acercó a mí. El olor se intensificó y dio vida a la sangre que recorría mi cuerpo. Mi interior rebulló inquieto ante la cercanía de su contacto, ya no había marcha atrás El tren comenzó a deslizarse sobre las vías y en mi pequeño mundo comenzó una carrera contra el tiempo, una carrera cuyo recorrido era su cuerpo. Una carrera que concluía con la pérdida de mi alma. Las horas pasaron fugaces, quemándose como el papel de un cigarro, ardiendo durante unos instantes para caer al suelo convertidas en cenizas.
Desperté con el sonido de la campana del tren y descubrí que en el compartimento no había nadie. Estaba solo, de nuevo. Solo pude encontrar un pequeño sobre que olía a ella. En su interior había un billete de retorno a Barcelona, a la ciudad de la sombra y los recuerdos.
Cogí el billete, firmando la venta de mi alma con el mismísimo demonio.
alfredoo, soy laura, la de lodares, si, esa, te sigo okey? :) anda tu a mi tambien!
ResponderEliminar"El tren comenzó a deslizarse sobre las vías y en mi pequeño mundo comenzó una carrera contra el tiempo, una carrera cuyo recorrido era su cuerpo. Una carrera que concluía con la pérdida de mi alma. Las horas pasaron fugaces, quemándose como el papel de un cigarro, ardiendo durante unos instantes para caer al suelo convertidas en cenizas". Joder, qué intenso.
ResponderEliminarLa sección "Retazos de un corazón vagabundo" es triste... Pero es, sin duda, mi favorita.
<3
Es la sección en la que más fácil es encontrar la inspiración, desgraciadamente.
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