jueves, 20 de septiembre de 2012

Juicio de papel

A veces solo queda la realidad, someterse al juicio del papel y realizar examen sobre una vida enmarcada en lo efímero. Sobran las palabras cuando tu alma solo sabe ladrar. El rencor corroe la esencia, perfumando el oxígeno del suave olor del miedo. Detiene el paso de cada instante para anclarte a una silla de alambre que tiembla con la premonición de cada nuevo amanecer.

Un sol teñido del rubor de la sangre alumbra tu torpe caminar, anuncia cada vaivén de quejumbrosas sandalias. Pasos bañados en el sudor del camino, bañados en la polvareda que levantan tus ansias de vivir. Arrecia la tormenta de arena que dejaste a tu paso, golpeando en el techo de mi ruinoso sombrero. Mi sombrero, compañero de senda, roído por los parches se aferra a mi cabello por su temor a las alturas. Se aferra con garras oxidadas que perforan mi cráneo, trepana mi cabeza con su ala afilada y deja que se cuelen las pesadillas en mi intranquilo dormitar. La sombra de mi sombrero cobija bajo su ruidoso acunar a las quimeras de mis sueños.

Mientras camino, aún erguido a pesar del peso de los recuerdos, una vieja luna amenaza con alunizar en tu ventana. Lamenta que las musas no la visiten, que huyeran todas, junto a ti, a la cárcel sin barrotes que llamas amor.




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