domingo, 22 de abril de 2012
Locura y soledad.
Huí del mundo buscando la felicidad, buscando esa chispa que me permitiera volver a encender los motores de mis alas. Buscaba algo, cualquier cosa, que pudiera servir como pedernal a mis ganas de vivir, buscaba la llama que permite al fénix resurgir de sus cenizas. Pero solo encontré lluvia, una eterna y desbordante lluvia.
Su repiqueteo en mis sienes abrió mi mente a la locura, poco a poco, desate los nudos que me ataban a la realidad y huí aún más lejos. Dejando atrás el universo huí al país donde la locura y la verdad son una. Allí amarré una última cuerda, tensa y firme me aferró al último recodo de vida. Arribé en el país de las maravillas.
Mas no encontré conejo alguno que me guiara en mi particular periplo hacia la verdad, pues ya no buscaba la felicidad. Cuando deje atrás el mundo y sus habitantes fui consciente de que viven en la mentira, y es bien sabido que para hallar la felicidad debes conocer y ser consciente, pues si vives en el engaño, tarde o temprano la realidad vuelve para despertarte con un profundo golpe de martillo y sin dar explicación alguna se va, dejándote sumido en una montaña de porqués. Así que decidí dejar de lado la felicidad momentáneamente, para entretenerme en encontrar la verdad en mitad del país de la locura.
El país de la locura es un lugar muy seco, no posee árboles ni fuentes, es una llanura yerma donde solo se encuentra la vieja y sabía soledad. La halle en mitad de la nada, fumando tranquilamente un cigarro infinito de olor amargo. Me acerque a ella, buscando la ayuda que tan desesperadamente necesitaba.
-¿Dónde puedo encontrar agua?, estoy sediento y temo que vaya a morir.
-No necesitas agua, al menos, no en el viaje que has emprendido.
Dicho esto, me ofreció el cigarro con un gesto enigmático y desapareció cuando las yemas de mis dedos entraron en contacto con el filtro ennegrecido por el humo de décadas. Me dejó solo, con un cigarrillo apagado entre los dedos y una sed de camello.
Pase dos días sin sol ni luna, esperando algo, sin saber el que. Hasta que la sed fue tan intensa que la sequedad de mi lengua anunciaba mi próxima muerte. Miraba el cigarro sin comprender, ¿cómo demonios lo iba a encender en mitad de la nada? La locura comenzó a adueñarse de mi mente, los recuerdos arreciaban en mi mente como la lejana lluvia que me condujo a este país, lo que hubiera dado en esos momentos por una gota de lluvia. Pero allí me encontraba yo, con un cigarrillo apagado en las manos y la cabeza dando vueltas en torno a un pasado que creía ya olvidado. Fue el instante crítico, el segundo antes de perder el poco conocimiento que me quedaba, cuando me lleve el ennegrecido filtro a los labios.
El humo tomo el control de mis pulmones, con su sabor amargo y corrosivo despertó mi mente, me levante renovado, la sed se había esfumado y en su lugar un ánimo incandescente empezaba a recorrer mi cuerpo. Había dominado mi cuerpo, ahora era el dueño del país de la locura y con la soledad regiría mis vastos dominios de nada hasta hallar la verdad.
Poco a poco me adentre en el desierto, perdiéndome en la locura. Comencé el camino hacia la verdad.
Aún sigo buscando, perdido en mitad de mi país solo soy una diminuta mota en la distancia, atascada en mitad de su viaje a la felicidad, atascada en una incansable búsqueda de la verdad que nunca habré de abandonar hasta que la muerte o el triunfo vengan a reclamarme.
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Que sentimientos más contradictorios crea en mí este texto. Así que no puedo ni imaginar los que tú habrás sentido mientras lo escribías... Me pregunto cuánto de verdad habrá en este cúmulo de pensamientos convertido en narración.
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