domingo, 27 de octubre de 2013
Esencia
Es complicado encontrar un lugar en un sitio como este, donde las esperanzas son vanos destellos que palidecen y se sumergen en un mar de caos y terror.
Nunca es posible olvidar que estas vivo y que día a día cumples tu penitencia, día a día la maldición de tu existencia nos acerca poco a poco al don de la mortalidad. Los párrafos que escriben nuestros latidos hacen poca mella en el universo. Arañan su rostro, dejando leves surcos por los que caminamos, apresurando nuestro paso, porque desaparecen tras nosotros obligándonos a avanzar. Siempre avanzando, pero si paras un segundo y preguntas hacia donde te dirigen tus pasos, el universo cierra sus fauces sobre tu cuello, oprimiendo inexorablemente, imparable te sume en el caos que conforma su esencia.
Si la neblina de la vida te envuelve solo queda abrirse paso a golpes, arrastrar tu cuerpo entumecido a través de la tormenta, aguantar impactos y ensangrentado alargar la mano hacia cualquier asidero donde afianzar el estandarte de tu alma, firmemente, ondeando contra el huracán que arranca pedazos de tela, sumergiendo tu vida en una caída libre.
Otra vez obligado a luchar por no desaparecer en la nada, luchando por alcanzar el don de la mortalidad lentamente, intentando alcanzar un fin donde encontrar el sentido de tu esencia antes de desaparecer sin dejar rastro.
Solo luchamos por luchar, nuestro espíritu ansía la dinámica, el cambio constante al que adaptarse intentando no perder nuestra esencia en la guerra eterna entre nuestro espíritu y el universo.
miércoles, 30 de enero de 2013
La nada grita
Otra vez de nuevo, en mitad de la noche, justo en aquel momento en el que todo se detiene. Justo ahora cuando la luz desaparece y las tinieblas cubren la ciudad para acudir al funeral de tu último latido. Es el instante mágico en el que la rabia toma forma en tu pecho.
Un puñetazo se estrella contra la pared, rompiendo el silencio, quebrando tus huesos. El dolor mudo te susurra al oído que no has muerto, que el tiempo solo ha aflojado momentáneamente su garra.
Enciendes un cigarro, el humo comienza a recorrer tus venas congeladas, se oye un crujido y el tiempo comienza a deslizarse entre tus dedos. Lo sientes, su frío envuelve tu alma azotando sus jirones como un vendaval. Exhalas una bocanada de humo, la habitación desaparece ante tus ojos, estás solo frente al primer segundo del resto de tu vida, tiemblas. Todo se esfuma de tu mente cuando la marea inunda tu cabeza, pierdes la consciencia de existir y te elevas hacia la nada.
Algo te trae de vuelta a la voluble realidad, son sus ojos, es su sonrisa y la rabia que mantiene tus nervios en tensión. La ves, incapaz de acercarte. Ella camina a tu lado, tiende su mano. Suavemente deslizas otra calada entre tus labios, escupes al aire y llenas tu interior con el paso de la vida. La sensación de impotencia no desaparece, se aferra a tu mente, obligándote a mirar como en apenas unos instantes su mano desaparecerá.
La miras, anhelante, esperando verla desaparecer para así guardar en tus recuerdos la fugaz estela que deja el deseo a su paso. Algo va mal, ella sigue ahí, aguardando a tu temblorosa mano. Despiertas asustado mientras en la comisura de tu boca serpentea un fino hilo de humo, algo va mal.
Un puñetazo se estrella contra la pared, rompiendo el silencio, quebrando tus huesos. El dolor mudo te susurra al oído que no has muerto, que el tiempo solo ha aflojado momentáneamente su garra.
Enciendes un cigarro, el humo comienza a recorrer tus venas congeladas, se oye un crujido y el tiempo comienza a deslizarse entre tus dedos. Lo sientes, su frío envuelve tu alma azotando sus jirones como un vendaval. Exhalas una bocanada de humo, la habitación desaparece ante tus ojos, estás solo frente al primer segundo del resto de tu vida, tiemblas. Todo se esfuma de tu mente cuando la marea inunda tu cabeza, pierdes la consciencia de existir y te elevas hacia la nada.
Algo te trae de vuelta a la voluble realidad, son sus ojos, es su sonrisa y la rabia que mantiene tus nervios en tensión. La ves, incapaz de acercarte. Ella camina a tu lado, tiende su mano. Suavemente deslizas otra calada entre tus labios, escupes al aire y llenas tu interior con el paso de la vida. La sensación de impotencia no desaparece, se aferra a tu mente, obligándote a mirar como en apenas unos instantes su mano desaparecerá.
La miras, anhelante, esperando verla desaparecer para así guardar en tus recuerdos la fugaz estela que deja el deseo a su paso. Algo va mal, ella sigue ahí, aguardando a tu temblorosa mano. Despiertas asustado mientras en la comisura de tu boca serpentea un fino hilo de humo, algo va mal.
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