miércoles, 26 de marzo de 2014

No te preocupes, ni si quiera existe.



La letra sobre el papel solo cobra vida cuando tú la lees, ¿pero acaso siento menos las palabras solo porque tus no ojos no reciban su luz? ¿Si no procesas estas simples líneas en tu cerebro, transformándolas en seres con vidas, con huella en el tiempo? Entonces, el temblor que acompaña a mi tinta desaparecerá. Sigamos la lógica, cumplamos las reglas. ¿Se esfumarán los libros cuando no vemos sus páginas?

Siempre me ha gustado negar la realidad, cerrar los ojos ante lo evidente. Me gustaría refutar todo aquel determinismo que rige mi vida, aplastar las reglas, rasgar la objetividad y dejar que la magia fluya. Atravesando la metafísica del universo, anulando principios y convirtiendo imposibles en sueños alcanzados.

Me gusta soñar, deleitarme con lo inalcanzable, sintiendo que se encuentra al alcance de mis dedos. Pero en ocasiones noto el vacío que separa mi voluntad de su destino. No encuentro fuerzas para traspasar la no existencia, el vacío infinito. Aquella paradoja que no puedes sentir, que no puedes tocar, que ni si quiera puedes imaginar. Aquella paradoja que al no existir existe.
¿Acaso nuestra existencia es borrada cuando las páginas que escribimos son olvidadas?